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I. IntroducciónDiez años después de haberse iniciado la transformación de las economías de planificación centralizada en economías de mercado, algunos países están cercanos a la meta, otros se encuentran atascados en distintos puntos del camino, y un grupo pequeño apenas ha logrado iniciar el proceso. Algunos países de Europa central y oriental y los países bálticos han solicitado su ingreso a la Unión Europea (UE), pero en muchos países de la Comunidad de Estados Independientes (CEI), incluido Rusia, los avances han sido desiguales y las perspectivas siguen siendo turbias. (Véase el recuadro 1 en que se presenta la clasificación de las economías en transición utilizada en el presente informe.)
¿A qué se debe el hecho de que los países de Europa central y oriental y los países bálticos hayan avanzado más rápidamente que los países de la CEI? ¿Cómo pueden seguir adelante Rusia y otros países? Estos son los temas generales que se analizan en las siguientes secciones. El texto principal de esta nota se centra en los países en transición de Europa y la antigua Unión Soviética; asimismo, aunque sólo se analiza brevemente la evolución de China y de las economías en transición de Asia sudoriental, este tema es objeto de análisis en el recuadro 2. II. Elementos del proceso de transiciónLos principales componentes del proceso de transición, que se describen a continuación, se acordaron en una etapa relativamente temprana1.
Se estimó que tanto la liberalización y la estabilización macroeconómica como la privatización de las pequeñas empresas podrían emprenderse con relativa rapidez. La privatización de las grandes empresas y las reformas jurídicas e institucionales se intensificarían en una etapa más avanzada del proceso de transición y exigirían más tiempo. III. Control de la inflación y reactivación de la producción2Al inicio de la transición, la mayoría de los economistas coincidían en que era necesario proceder rápidamente a la liberalización y la estabilización macroeconómica para lograr que el mecanismo de precios de mercado funcionase eficazmente, pese a las posibles dificultades económicas que estas medidas podrían engendrar. Se estimaba que estos problemas serían transitorios y menos graves si el proceso no se dilataba en el tiempo. Por consiguiente, en la mayoría de las economías los precios se liberaron rápidamente de sus niveles artificialmente bajos al comienzo de la transición, generando inmediatamente una súbita inflación correctiva. La demanda reprimida acumulada durante el período de planificación central dio impulso a la inflación. Al inicio del proceso de transición, la inflación se situaba en una tasa media anual del 450% en las economías de Europa central y oriental, de casi 900% en los países bálticos y superior al 1000% en la CEI. En 1998, sin embargo, la inflación anual se había reducido a cifras de un solo dígito en los dos primeros grupos, y a 30% aproximadamente en el tercer grupo de economías. Paralelamente al brusco aumento de inflación, la transición se caracterizó por una segunda perturbación: al inicio de la transición el producto de los tres grupos de economías bajó, en promedio, un 40% antes de llegar a su punto mínimo, es decir, la reducción fue mucho mayor de lo previsto. Fuente: Havrylyshyn y otros autores, "Growth Experience in Transition Countries, 1990-98", estudio No. 184 de la serie Occasional Papers del FMI,1999. Es probable que el nivel del producto del período anterior a la transición se haya sobreestimado como consecuencia de fallas estadísticas. Si el valor agregado se hubiese cuantificado correctamente utilizando precios de mercado, el nivel del producto antes de la transición, y por ende la caída del producto, habrían sido mucho menores. En 1998, la tasa de crecimiento del producto en los tres grupos (véase el gráfico 1) se había reactivado, aunque en la mayoría de los países se mantenía por debajo de las mediciones anteriores a la transición. ¿Cómo se logró contener la inflación? En la mayoría de las economías que emprendieron reformas rápidamente, las autoridades adoptaron una paridad cambiaria explícita o implícita3. En otras palabras, las autoridades se comprometieron a vincular sus monedas a una moneda "dura", una moneda internacional de valor relativamente estable. Dado que una tasa demasiado rápida de expansión monetaria, debida, por ejemplo, a un gasto público excesivo, haría más difícil mantener la paridad, esta política consistió esencialmente en la promesa de seguir una política macroeconómica rigurosa4. Esta política, y el efecto que tuvo en las expectativas inflacionarias del sector privado, contribuyó a reducir la inflación. No obstante, otros mecanismos también facilitaron el logro de ese objetivo. Por ejemplo, muchos países promulgaron cartas orgánicas que otorgaron considerable independencia al banco central para instrumentar una política monetaria restrictiva, o aceptaron la disciplina impuesta por los programas macroeconómicos respaldados por el FMI. Estas medidas también contribuyeron a contener la inflación5. ¿Por qué el producto se redujo inicialmente y en forma tan acusada, por qué variaron las características de la caída entre un país y otro, y a qué factores se debió la reactivación de la producción? Estas cuestiones han sido analizadas en muchos estudios econométricos. Los resultados obtenidos parecen indicar que una parte relativamente pequeña de la disminución inicial de la producción se debió a la adopción de una política macroeconómica restrictiva para contener la inflación. En realidad, un factor más importante fue la "desorganización" vinculada a perturbaciones como el desmantelamiento del Consejo de Ayuda Económica Mutua (CAEM). Esta desorganización se refiere a las perturbaciones que surgieron en la red de producción, sobre todo en la provisión de materiales e insumos intermedios, resultantes del colapso de la planificación centralizada y del desmembramiento de los conglomerados de integración vertical del sistema antiguo. Estos desórdenes provocaron una reducción de la producción. Generalmente suelen invocarse "condiciones iniciales adversas" en algunos países para explicar las distintas formas en que se produjo el colapso. Esta explicación se refiere al hecho de que, al inicio de la transición, las economías presentaban distintas características y, en muchos países, estas características dificultaron la tarea de mantener el ritmo de actividad económica. Por ejemplo, había diferencias en la capacidad de los países para reorientar su comercio hacia las economías de mercado avanzadas, el grado de industrialización (reflejo en parte del papel que los países habían desempeñado en el sistema soviético) y la participación del sector agropecuario en la economía, los niveles de capacitación (medidos según la tasa de matriculación en la escuela secundaria) y al número de años en que los países estuvieron bajo un régimen comunista. Como cabría esperar, los países cuyas condiciones iniciales eran más adversas registraron en un primer momento disminuciones más acusadas de la producción. ¿A qué se debió la posterior reactivación de la producción? Un factor importante fue el avance en la lucha contra la inflación. Los países que lograron contener la inflación rápidamente y pudieron consolidar los avances obtenidos registraron una reactivación más rápida y pronunciada. Fuente: Havrylyshyn y otros autores, estudio No. 184 de la serie Occasional Papers del FMI, 1999, y Havrylyshyn, Izvorski y van Rooden, documento de trabajo del FMI 98/141. Este fenómeno puede observarse en el gráfico 2, en que se presenta, por una parte, la relación entre la variación del producto en un país, y por la otra, los avances en la reducción de la inflación. Cada rombo del gráfico representa un país; no se indican los nombres de los países para que la ilustración sea más clara. Los países que figuran en la parte inferior derecha del gráfico registraron bajas tasas de inflación (en relación con otras economías en transición) y una reactivación de la producción; los que figuran en la parte superior derecha tuvieron altas tasas de inflación y sufrieron una pérdida de producción. En general, el gráfico muestra que los países que pudieron contener la inflación estuvieron en mejores condiciones para mantener el nivel de actividad económica que los países que no lograron controlar la inflación. Aunque la reducción de la inflación fue necesaria para reactivar el crecimiento, no fue suficiente. La reforma estructural fue clave para reactivar la economía porque fomentó la expansión del sector privado. En los países en que las reformas estructurales se emprendieron con firmeza en una etapa inicial surgieron rápidamente nuevas redes de producción que contrarrestaron la desorganización observada en los primeros años de la transición. Este fenómeno se resume en el gráfico 3. El producto, en relación con los niveles anteriores a la transición, fue más elevado en los países en que se adoptaron reformas estructurales de mayor alcance, medidas según el índice elaborado por el Banco Europeo de Reconstrucción y Desarrollo (BERD)6. En general, estos países pertenecen a Europa central y oriental y los países bálticos. Al igual que en el gráfico anterior, cada rombo representa un país. Los países que figuran en la parte superior derecha emprendieron reformas estructurales con mayor vigor (que otras economías en transición) y registraron una reactivación de la producción; los que figuran en la parte inferior izquierda tardaron más en poner en marcha medidas estructurales y registraron una pérdida de producción. Fuente: Havrylyshyn y otros autores, estudio No. 184 de la serie Occasional Papers del FMI, 1999.
Como se explica en el recuadro 2, la experiencia de cuatro de las economías en transición de Asia—Camboya, China, Laos y Vietnam—es interesante a efectos del análisis y contrasta en varios aspectos con la evolución de las economías "europeas" en transición. IV. PrivatizaciónComo ya se señaló, en general los economistas estaban de acuerdo con la necesidad de proceder rápidamente a la liberalización y la estabilización. Pero en cuanto a la privatización de las grandes empresas, se planteó una polémica con respecto a si era más conveniente transferir rápidamente los activos del Estado al sector privado o adoptar un enfoque más gradual7. Los partidarios de una privatización rápida preconizaban la eliminación de la propiedad estatal mediante la transferencia de los activos a los ciudadanos, por ejemplo, por medio de cupones que otorgarían a sus tenedores el derecho y los medios para adquirir empresas de propiedad estatal. Basaron sus argumentos en consideraciones de equidad y en el deseo de otorgar al ciudadano medio una participación en la economía. Asimismo, consideraron que era necesario aprovechar la oportunidad ofrecida por la privatización antes de que las burocracias estatales pudieran reorganizarse y obstaculizar el proceso. Otros analistas eran partidarios de reducir más gradualmente la presencia de las empresas estatales en la economía a medida que surgieran nuevas empresas privadas. Se manifestaron a favor de privatizar las empresas mediante la enajenación de los activos a grupos que probablemente pudieran mejorar los resultados de las empresas. Además, subrayaban la importancia de imponer "restricciones presupuestarias rigurosas" para que se retirasen las empresas que generaban pérdidas, con lo cual las empresas más rentables podrían atraer inversionistas. Hungría adoptó esta estrategia de privatización gradual y, al parecer, ello ha facilitado una verdadera reestructuración empresarial. En cambio, la experiencia acumulada ha puesto de manifiesto algunas de las desventajas de una privatización acelerada. En la República Checa, por ejemplo, los activos transferidos a millones de ciudadanos en la primera etapa de la privatización fueron enajenados por los beneficiarios y terminaron consolidándose en fondos de inversión. Pero las empresas nunca se reestructuraron verdaderamente, ya sea porque dichos fondos no contaban con el capital necesario para desarrollarlas o porque los fondos estaban a su vez controlados por bancos estatales que no imponían restricciones presupuestarias rigurosas. El magro crecimiento económico de la República Checa a fines de los años noventa, en relación con otros países de Europa central y oriental, se debe en parte al alcance limitado de la reforma empresarial. La estrategia de privatizar rápidamente fue incluso más negativa en Rusia. En el marco del programa de privatización a gran escala adoptado en 1992–94, se transfirieron más de 15.000 empresas al sector privado. Sin embargo, contrariamente a lo que se esperaba, la venta de las empresas en cuestión a sus propios directivos y empleados no dio lugar a una reestructuración empresarial autoinducida. Se esperaba que mediante operaciones en el mercado secundario se atraería la participación de socios externos y que, en la segunda etapa de privatización de empresas que aún estaban en manos del Estado, se adoptarían procedimientos transparentes. Ninguna de estas expectativas se materializó. Los beneficiarios de la primera ola de privatizaciones se mostraron renuentes a ceder el control; los trabajadores temían los recortes de gastos que podrían efectuarse en caso de transferirse el control a terceros, y a los gerentes les resultó más fácil mantener las empresas en funcionamiento ejerciendo presión para obtener subvenciones estatales que estimular la competencia mediante la participación de terceros. La segunda ola de privatizaciones, en particular el mecanismo denominado "préstamos por acciones", no fue transparente y excluyó sistemáticamente a inversionistas y bancos extranjeros en favor de grupos vinculados a los intereses estatales. Con todo, la experiencia acumulada por las economías en transición parece indicar que las empresas privatizadas tienden a restructurarse más rápidamente y obtener mejores resultados que empresas similares que se mantienen en manos del Estado, pero sólo si se cumplen ciertas condiciones complementarias. Estas condiciones incluyen la imposición de restricciones presupuestarias rigurosas, la competencia, normas sobre gobierno de las empresas, y una estructura jurídica y un régimen de propiedad eficaces8. A diferencia de los dispares resultados obtenidos con la privatización de las grandes empresas, en general estos han sido satisfactorios en el caso de las pequeñas empresas; salvo en cinco países, el proceso pudo llevarse a cabo en todos los países examinados. V. Flujos de capitalLa transición hacia una economía de mercado exigió un financiamiento considerable para facilitar la reasignación de la inversión a los sectores productivos, modernizar equipos anticuados, efectuar mejoras en la infraestructura pública y proporcionar financiamiento a empresas de incipiente desarrollo. No obstante, en los primeros años de la transición los gobiernos tuvieron dificultades para conseguir el capital necesario. Nunca se materializó un "Plan Marshall" para las economías en transición. En su lugar, la mayor parte de la asistencia externa procedió, aunque a escala mucho menor, de las instituciones financieras internacionales, la Unión Europea y los países. Otro factor que contribuyó a la escasez de capital fue la fuga de capitales privados como consecuencia de la incertidumbre imperante en los países al inicio de la transición. Sin embargo, una vez que muchos países de Europa central y oriental y los países bálticos lograron establecer claramente la orientación de las reformas, los flujos de capital privado se reanudaron con rapidez. En el gráfico 1 se resume la situación mediante una comparación de las estimaciones anuales medias de la fuga de capitales, la tasa de inflación, la tasa de crecimiento real del PIB, los saldos fiscales y la calidad de las reformas en los primeros años de la transición y en los años posteriores9. En las economías de Europa central y oriental, la disminución de la inflación y las mejoras en la calidad de la reforma estructural estuvieron acompañadas de un cambio de sentido de los flujos de capital, los cuales pasaron de US$15 per cápita por concepto de salidas netas a US$75 per cápita en entradas netas. Análogamente, gracias a los avances en materia de inflación y reforma estructural en los países bálticos, y a las mejoras en los saldos fiscales, las salidas netas de US$30 per cápita se convirtieron en entradas netas de US$70 per cápita. La experiencia de Rusia fue notoriamente distinta. Aunque han transcurrido varios años desde que se inició la transición en ese país, Rusia continúa experimentando una fuga masiva de capitales. Si bien se ha logrado contener la inflación, Rusia sigue atrasada en la ejecución de las reformas estructurales. VI. Desigualdad10No es de sorprender que durante el período de transición la desigualdad del ingreso se haya intensificado. Un indicador ampliamente difundido para cuantificar la desigualdad del ingreso es el coeficiente de Gini, cuyo valor va de 0 a 1; un valor de 0 indica perfecta igualdad de ingreso. Antes de la transición, estos coeficientes oscilaban en torno a 0,25, valor cercano al de los países escandinavos y mucho menor que el de Estados Unidos (0,4). Después de la transición, los coeficientes de Gini aumentaron, variando entre 0,2 en Eslovenia y 0,5 en Ucrania. En los países de mayor crecimiento, medido según el aumento acumulado del PIB en los primeros ocho años de la transición, la desigualdad se agravó en menor medida, como se ilustra en el gráfico 4. El hecho de que la desigualdad de ingresos haya aumentado poco en muchos países no significa que el proceso de transición no haya beneficiado a algunos y perjudicado a otros. El caso de Polonia es un buen ejemplo. En ese país la desigualdad en la remuneración del trabajo aumentó sustancialmente. Sin embargo, las transferencias sociales mitigaron este efecto, de modo que la intensificación de las desigualdades del ingreso fue mucho menor. Curiosamente, las transferencias beneficiaron a las personas que más habían perdido o que más podrían verse perjudicadas por el proceso de transición. En general, estas personas pertenecían a la clase media y no a los grupos más pobres; es decir, no habrían recibido asistencia si el objetivo hubiese sido ayudar a los más necesitados. Pero es posible que estas mismas personas hayan apoyado el proceso de reforma al reforzar el respaldo político a favor de las reformas entre los grupos que con mayor probabilidad se habrían opuesto a ellas. Este breve análisis de las desigualdades no debe, de ninguna manera, considerarse un examen exhaustivo de los cambios sociales, frecuentemente muy dolorosos, que la transición trae consigo. Por ejemplo, una de las principales características del aumento de las desigualdades es el deterioro de la situación relativa de los jubilados (aunque ello no sucedió en el caso de Polonia). Dadas las presiones demográficas con que se ven confrontados estos países, este problema es muy difícil de abordar en el marco de los sistemas de pensiones financiados con ingresos corrientes. En la mayoría de estos países, la reforma del sistema jubilatorio se traducirá en mejoras, pero lamentablemente éstas se concretarán demasiado tarde para beneficiar a la generación actual de jubilados. Además, en algunas economías en transición varios otros indicadores sociales se han deteriorado. Fuente: Keane y Prasad, documento de trabajo del FMI 00/117, junio de 2000. VII. Perspectivas de RusiaAunque tardó en materializarse y se vio amenazada por la crisis de 1998, la determinación de llevar a cabo la estabilización macroeconómica parece haberse afianzado en Rusia. Sin embargo, los programas de reforma estructural han sido endebles y en muchos casos la gestión del proceso de privatización no ha sido adecuada. ¿Cómo puede Rusia seguir adelante? Se han propuesto numeras respuestas a este interrogante que varían según la opinión que se tiene del proceso de reforma en Rusia. Una opinión ampliamente difundida es que el enfoque adoptado en Rusia con respecto a la reforma, sobre todo en materia de privatización, adolecía de fallas intrínsecas porque se basó en una reforma radical más bien que en una estrategia de desarrollo institucional gradual. Según Joseph Stiglitz, por ejemplo, el fracaso de la rápida privatización en Rusia no fue un accidente sino una consecuencia previsible de la falta de una política de competencia y de una infraestructura institucional y jurídica en que pudiera sustentarse el programa de reforma11.. Stiglitz sostiene que en esta etapa Rusia debería proceder muy gradualmente a la privatización de activos o a la reprivatización de aquellos que podrían volver a manos del Estado, reconociendo debidamente la necesidad de establecer precondiciones institucionales, y aprovechando el capital social y organizativo con que cuenta el país. Al respecto, Stiglitz plantea que Rusia podría aprender del enorme éxito de China que, en vez de basarse en el modelo o las recetas de asesores occidentales, trazó su propia trayectoria de transición. El punto de vista contrario, que sostienen algunos observadores rusos y autoridades como Boris Fedorov y Andrei Illarionov, es que la estrategia de reforma adoptada fue la correcta pero nunca pudo aplicarse, en parte debido a la tolerancia demostrada por las economías de mercado avanzadas y las instituciones financieras internacionales12. Illarionov señala que:
En esa misma línea, Fedorov no recomienda a las autoridades de occidente otorgar concesiones a Rusia sino más bien velar por que se apliquen las mismas reglas a que están sujetos los demás países. Según Fedorov, el capital de occidente debe destinarse al sector privado y no al gobierno. Esta es la única forma de cambiar el país, crear empleo e incrementar la eficiencia". Si bien el FMI reconoce que debería haberse prestado mayor atención a la reforma institucional, la opinión de la institución es que la estrategia básica adoptada por Rusia fue acertada pero que se apartó de su objetivo debido a factores especiales. Por ejemplo, Fischer y Sahay señalan que la causa de los problemas actuales de Rusia es en gran medida resultado de la interrupción de las reformas tras las elecciones de 1996, momento en que poderosos grupos de intereses creados fortalecieron su poder político y económico, propagando la corrupción. Lo que se requiere no es un cambio radical en la estrategia de reforma, sino una decisión por parte de las autoridades políticas de reanudar las reformas y mejorar la calidad de la gestión pública. La experiencia acumulada por los países de Europa central y oriental y los países bálticos, resumida en los párrafos anteriores, parece indicar que, una vez que se afianza la determinación de llevar a cabo las reformas, los capitales vuelven al país, sentando así las bases necesarias para lograr un crecimiento sostenido13. ¿Puede neutralizarse el poder de los grupos de intereses creados? Al respecto Havrylyshyn y Odling-Smee son optimistas14. Es posible que estos mismos grupos acepten las reformas si piensan que sus ganancias aumentarán en una economía en que "los derechos de propiedad están protegidos y se respeta el estado de derecho, y no reina la criminalidad, como ocurre actualmente en gran parte de los países de la CEI. Este cambio de mentalidad, en que el comportamiento depredador es reemplazado por una actitud de conservación se ha observado en las economías de mercado...". También podría producirse un cambio si surgiera un líder fuerte decidido a hacer frente a los grupos de intereses creados, o como consecuencia del mayor poder político de la creciente clase media, o de la presión que pudieran ejercer los competidores externos o las instituciones financieras internacionales. VIII. ResumenEn ciertos casos la transición ha sido notablemente exitosa. Si bien en este informe la atención se ha centrado en la evolución económica, el logro más importante ha sido el amplio, aunque no universal, compromiso con la democracia y el establecimiento de una economía de mercado. En la mayoría de los países, la transición a una economía de mercado ha traído aparejada una mayor libertad política. El organismo de derechos humanos "Freedom House" ha calificado a todos estos países, salvo seis, como "libres" o "parcialmente libres" y, gracias a elecciones regulares, en estos países la ciudadanía tiene una mayor voz en el proceso de transición. Los políticos que preconizan dar marcha atrás en el camino hacia una economía de mercado nunca han logrado asumir el poder, aunque en ciertos casos los partidos comunistas tradicionales han conseguido hasta un tercio del voto popular15. Parecería, por lo tanto, que pese a las dificultades económicas impuestas por la transición, los ciudadanos consideran que volver al pasado sería peor. En segundo lugar, parecería que se ha afianzado el compromiso con la estabilidad macroeconómica, y en la mayoría de los casos se ha logrado controlar la inflación. A modo de ejemplo cabe citar la forma decidida en que actuaron las autoridades rusas para evitar una espiral inflacionaria tras la devaluación del rublo en 1998. Tercero, la mayoría de los países ha logrado establecer los fundamentos estructurales básicos de una economía de mercado, al menos de jure. Estos fundamentos incluyen procedimientos de quiebra, una política de competencia y normas antimonopolísticas, mejoras de las normas contables y legislación para regular los mercados financieros. En los países de Europa central y los países bálticos, el compromiso con la estabilización macroeconómica se manifestó más rápidamente y la implementación de la reforma estructural fue más rigurosa. Estos países han vuelto a integrar el grupo de países de ingreso medio y pueden afirmar que han completado la etapa de transición. El desafío que enfrentan estos países se relaciona con el ingreso a la UE, y, a nivel más general, con el proceso necesario para cerrar la brecha con los países más ricos. La opinión convencional es que Rusia y los otros países de la CEI pueden y deben seguir una trayectoria similar, pero paralelamente se reconocen cada vez más las dificultades que surgen al intentar crear instituciones y la influencia que pueden ejercer los intereses creados para desviar el proceso en el período intermedio. 1Véase, por ejemplo, Stanley Fischer y Alan Gelb, 1991, "Issues in Socialist Economy Reform", Journal of Economic Perspectives, vol. 5 (cuarto trimestre), págs. 91–105. 2Esta sección se basa en los siguientes estudios: Stanley Fischer y Ratna Sahay, "Una evaluación", Finanzas y Desarrollo, septiembre de 2000, págs. 2–6; Charles Wyplosz, "Ten Years of Transformation: Macroeconomic Lessons", documento de trabajo, abril de 1999; Oleh Havrylyshyn, Ivailo Izvorski y Ron van Rooden, "Recovery and Growth in Transition Economies, 1990–97: A Stylized Regression Analysis", Documento de trabajo del FMI No. 98/141, septiembre de 1998; y Carlo Cottarelli y Peter Doyle, "Disinflation in Transition, 1993–97", estudio No. 179 de la serie Occasional Papers, 1999. 3Concretamente, Croacia, la República Checa, Estonia, Hungría, Polonia y Eslovaquia adoptaron regímenes cambiarios relativamente fijos, en tanto que Letonia, Lituania y Eslovenia adoptaron regímenes más flexibles. 4Véase un análisis del vínculo entre el saneamiento fiscal y la inflación en Cottarelli y Doyle (1999). 5Véanse Prakash Loungani y Nathan Sheets, "Central Bank Independence, Inflation and Growth in Transition Economies", Journal of Money, Credit and Banking, agosto de 1997, págs. 381–99, y Tonny Lybek, "Central Bank Autonomy, and Inflation and Output Performance in the Baltic States, Russia, and Other Countries in the Former Soviet Union", 1995–97, documento de trabajo del FMI 99/4, enero de 1999. 6El índice del BERD es un indicador compuesto que mide los avances en las siguientes áreas de reforma: liberalización de los precios, liberalización del régimen comercial y cambiario, acceso del sector privado y reformas jurídicas. 7 Véase Janos Kornai, "La transición hacia la propiedad privada", Finanzas y Desarrollo, septiembre de 2000, págs. 12–13. 8Véanse Perspectivas de la economía mundial, septiembre de 2000, recuadro 3.4, "La privatización en las economías en transición"; Frydman, Gray, Hessel y Rapaczynski, "When Does Privatization Work? The Impact of Private Ownership on Corporate Performance in the Transition Economies", The Quarterly Journal of Economics, noviembre de 1999, págs. 1153–91; John Nellis, "Time to Rethink Privatization in Transition Economies", documento de trabajo de la CFI no. 38, 1999. 9Prakash Loungani y Paolo Mauro, "Capital Flight from Russia", documento de análisis de política económica del FMI No. 00/07, mayo de 2000. 10El análisis de esta sección se basa en Keane y Prasad, "Inequality, Transfers and Growth: New Evidence from the Economic Transition in Poland", documento de trabajo del FMI 00/117, junio de 2000. 11Stiglitz no parece criticar la velocidad con que se emprende la estabilización macroeconómica: "No tengo mayores objeciones con la aplicación de una terapia de choque para recalibrar rápidamente las expectativas, por ejemplo, en el marco de un programa de lucha contra la inflación", pág. 22, "Whither Reform? Ten Years of the Transition", disertación principal ante la Conferencia anual del Banco Mundial sobre economía del desarrollo, abril de 1999. 12"Russia and the IMF", testimonio de Andrei Illarionov ante el comité de servicios bancarios y financieros de la Cámara de Representantes de Estados Unidos, 10 de septiembre de 1998; "Killing with Kindness: No More `Help' for Russia, Please", Boris Fedorov, Asian Wall Street Journal, 12 de junio de 2000. 13Véanse también los siguientes artículos: "How Russia can be helped to help itself", Laurent Fabius y Hubert Vedrine, Financial Times, 25 de abril de 2000, y "Russia's route to sustainable growth", James Gwartney, Financial Times, 8 de mayo de 2000. 14Oleh Havrylyshyn y John Odling-Smee, "La economía política de la reforma", Finanzas y Desarrollo, septiembre de 2000, págs. 7–10. 15Anders Aslund, "State and Governance in Transition Economies", borrador, 15 de junio de 2000. |