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Wendy Carlin explica qué puede lograr una nueva manera de enseñar Economía ante los problemas sociales apremiantes

A comienzos de la década de 2010, la sensación de que la pedagogía económica le estaba fallando al alumnado llevó a un grupo internacional de docentes a modernizar el plan de estudios del ciclo básico universitario de Economía con dos finalidades: incorporar los avances de las investigaciones en el campo e impartir una enseñanza más a tono con los problemas del mundo real. En 2013, Wendy Carlin, Samuel Bowles (Instituto Santa Fe) y Oscar Landerretche (Universidad de Chile), entre otros, fundaron Curriculum Open-access Resources in Economics —o CORE Econ— para brindar a alumnos y docentes del mundo entero acceso abierto a cursos de calidad. Al abordar temas como el cambio climático, la desigualdad, la innovación y el futuro del trabajo, CORE Econ pretende ampliar los planes de estudio tradicionales y el acceso a la disciplina económica, además de captar y retener un alumnado más diverso.

Carlin, profesora de Economía en la Universidad de Londres y flamante vicepresidenta de la Asociación Internacional de Economía, elucida por qué es vital replantearse la enseñanza tradicional.

F&D: ¿Qué piensa el público de la disciplina económica?

WC: Cuando le pido a un grupo que la representen con las manos o los brazos, la mayoría muestra el cruce de las curvas de oferta y demanda. Si les pregunto qué les trae a la mente la palabra “economía”, a menudo dicen “dinero”, y la imagen que le asocian es un señor de traje que señala una hoja de cálculo o una pizarra de cotizaciones. La percepción generalizada de los modelos económicos tradicionales puede resumirse como “se trata ante todo del buen funcionamiento de los mercados”, lo que concuerda con la enseñanza en los ciclos introductorios de Economía. Es una visión acotada de lo que hacemos los economistas, y si es lo que uno piensa, no va a tener grandes expectativas de nuestra disciplina frente a una pandemia o la crisis climática.

Una visión más abarcadora de la economía le imprime relevancia para los problemas importantes de la vida real que implican transacciones ajenas al mercado y van mucho más allá de la preocupación tradicional de los economistas con la eficiencia.

Pero gracias a la evolución de la teoría económica, las herramientas empíricas y la disponibilidad de datos durante las últimas décadas los economistas nos hemos alejado de los debates que se limitan a decidir si el gobierno debe intervenir más o menos en los mercados que no funcionan bien. Las herramientas nuevas nos han abierto otro espacio.

F&D: ¿Qué se puede hacer para que la economía refleje mejor los problemas de la vida real?

WC: El enfoque tradicional se puede representar como una recta con el Estado en un extremo y el mercado en el otro, y las diferencias entre los economistas, como su posición entre “el Estado” —donde las acciones están motivadas por la necesidad de obedecer la normativa gubernamental y donde los bienes y servicios se asignan por decreto o pugna electoral—, y “el mercado” — donde el comportamiento responde a incentivos materiales y la asignación es fruto de la competencia—.

Si añadimos un tercer polo y lo llamamos “sociedad civil”, una visión más sutil de la motivación humana puede incluir altruismo, reciprocidad, dignidad y sostenibilidad, así como el juicio individual o grupal. En este enfoque, las normas sociales y el poder privado son cruciales para la distribución de los bienes y servicios y para decidir quién recibe qué.

F&D: Usted ha afirmado que la emergencia climática y la pandemia pusieron en evidencia defectos de los modelos económicos tradicionales.

WC: A su manera, la pandemia puso en entredicho la visión de la economía limitada a transacciones de mercado. El miedo al contagio directo cara a cara también afectó a las relaciones económicas entre las personas. Dentro de las empresas, surgieron problemas entre jefes que podían exigirles a los empleados que trabajaran en condiciones que estos consideraban peligrosas. Aunque el economista Ronald Coase considera “económico” al problema de quién ejerce el poder en una empresa, los modelos convencionales que estudian los alumnos no lo ven así.

Una visión más abarcadora de la economía le imprime relevancia para los problemas importantes de la vida real que implican transacciones ajenas al mercado y van mucho más allá de la preocupación tradicional de los economistas con la eficiencia. 

Por ejemplo, desde la economía, el debate tradicional sobre el clima es si conviene centrarse en soluciones estatales, como prohibir la venta de vehículos con motores de combustión interna o subvencionar la I+D verde, o de mercado, como un impuesto sobre el carbono (en cuyo caso el gobierno pone precio a las emisiones) o un régimen de topes y comercio (en cuyo caso el gobierno fija límites a las emisiones y deja que el mercado decida el precio). Unas y otras son valiosas, pero ninguna activa por sí misma todos los mecanismos posibles ni probablemente esté a la altura del problema. La nueva economía explica de qué manera la evolución de las preferencias hacia iniciativas más verdes puede complementar ambos tipos de medida.

F&D: La economía del comportamiento y otras variantes están ganando terreno. ¿Constituyen un reto para las teorías tradicionales?

WC: Una vez que la economía incorpora comportamientos más complejos que los del Homo economicus y aborda el estudio de las instituciones —es decir, las reglas de juego que especifican quién hace qué y quién recibe qué—, no es posible dejar de lado los aportes de la psicología, la biología evolutiva, la sociología, las ciencias políticas y la historia. Siguiendo el ejemplo de la psicología social y la biología evolutiva, la escuela conductual creó métodos experimentales dentro y fuera del laboratorio.

Con esta concepción más amplia de la disciplina, los economistas podemos potenciar la tradicional solidez del análisis riguroso de hipótesis con técnicas más avanzadas y mejores datos, y producir así modelos que ponen a prueba y afinan nuestras corazonadas mientras estudiamos los efectos de equilibrio general (generalmente inesperados) de intervenciones bien intencionadas.

F&D: ¿Cómo se pueden integrar valores éticos y morales a la pedagogía económica, y cuál sería el beneficio?

WC: No faltó una instancia durante la última década en que “la desigualdad” no fuera la respuesta más común a la pregunta “¿cuál es el problema más apremiante que deberían abordar hoy los economistas?”. El segundo lugar lo ocupan el clima y la sostenibilidad. Ambos problemas plantean interrogantes éticos; por ejemplo, ¿en qué medida es justa la desigualdad? Los futuros ciudadanos del mundo, ¿tienen el mismo peso que los que viven hoy a la hora de calcular los costos y los beneficios de la mitigación del cambio climático?

No nos corresponde a nosotros decir qué es justo, pero podemos dotar a nuestros alumnos de herramientas analíticas que les permitan relacionar el estudio de cómo funciona el mundo con criterios normativos. Eso es lo que buscan muchos alumnos que deciden estudiar Economía, pero a menudo se topan con la sentencia de que las cuestiones normativas son ajenas a la disciplina; esto lleva a evaluar políticas y resultados económicos exclusivamente en términos de la eficiencia, muchas veces siguiendo el estrechísimo criterio de una mejora de Pareto. Si el único interrogante normativo que tenemos permitido es “¿produciría beneficios mutuos alguna otra asignación?”, nos quedamos estancados.

Para ayudar a los alumnos a plantearse otro interrogante normativo, como es el caso de “¿existe alguna asignación más justa, y son justas las reglas de juego que la producen?”, recurrimos al concepto de “velo de ignorancia” de John Rawls. Invitarlos a evaluar los resultados sin saber si saldrían perdiendo o ganando, por ejemplo, los ayuda a formular disyuntivas.

F&D: ¿Qué cambios habría que hacer en el plan de estudios de Economía para que los alumnos puedan enfrentar las complejidades del mundo actual?

WC: Debería ser un plan COherente y RElevante; las mayúsculas expresan el cambio radical que representa el proyecto internacional CORE Econ que dirijo (http://www.core-econ.org/). Además, tiene que reflejar los problemas de hoy y demostrar que una formación en Economía aporta las herramientas para encararlos, algo que difiere completamente de la imagen que esbocé al principio.

Pero la relevancia para el mundo real no basta; necesitamos que el plan de estudios se apoye en un nuevo modelo de referencia que refleje lo que aprendimos en los últimos 30 o 40 años sobre cómo es la gente, cómo interactúa en condiciones en que la información es incompleta y cuál es la consecuencia para las políticas.

En el e-book más reciente de CORE Econ, La Economía 2.0, nos propusimos encontrar una manera nueva de enseñar cómo funcionan realmente los mercados laborales que refleje las últimas décadas de investigación sobre el poder de los monopsonios. Este modelo ayuda a comprender los efectos del salario mínimo y a modelizar cómo opera el mercado laboral agregado como parte de un enfoque integrado sobre el desempleo, el salario real y la inflación.

Hay también problemas económicos —la vivienda y las crisis financieras, puntos de ruptura en el medio ambiente, la dinámica de la adopción de tecnologías nuevas como los vehículos eléctricos— que le exigen al alumno pensar en términos de modelos con inestabilidad y múltiples equilibrios. A nivel más general, la variedad enseña cómo se pueden emplear los modelos económicos para esclarecer distintos tipos de problemas complejos.

Esta entrevista ha sido editada para efectos de brevedad y claridad.

 

WENDY CARLIN es profesora de Economía en el University College de Londres. Es coautora de The Economy y Economy, Society, and Public Policy, dos de los textos de acceso abierto de introducción a la Economía del proyecto CORE. Consulte www.core-econ.org.

Las opiniones expresadas en artículos y otros materiales pertenecen a los autores; no reflejan necesariamente la política del FMI.