La inteligencia artificial en la práctica

En la lucha contra el hambre, la inteligencia artificial puede ayudar a producir más alimentos con menos agricultores

La inteligencia artificial (IA) está dejando su impronta en las cadenas de producción agrícola y alimentaria.  La tecnología de vanguardia ya se utiliza para crear nuevas variedades de arroz resistentes a las condiciones climáticas, generar datos sobre los suelos, guiar drones que pulverizan con precisión fertilizantes y plaguicidas, y seleccionar, inspeccionar y clasificar productos agrícolas. “La agricultura inteligente impulsada por la IA ofrece enormes posibilidades para reforzar la seguridad alimentaria y reducir o incluso eliminar el hambre en muchas regiones del mundo”, afirma Channing Arndt, del Grupo Consultivo sobre Investigaciones Agrícolas Internacionales, un consorcio de centros internacionales de investigación.

Las autoridades tailandesas coinciden con esa apreciación. En 2014, lanzaron Thailand 4.0, una estrategia nacional de desarrollo avanzado pensada a 20 años que incluye las industrias alimentaria, agrícola y digital entre los sectores prioritarios. Les sirven de marco programas estatales que alientan a agricultores tanto jóvenes como experimentados a volcarse a la agricultura de precisión conectándose con nuevas tecnologías, como programas informáticos y drones controlados por IA para una pulverización inteligente y exacta, que permite producir más sin dañar el medio ambiente ni el ecosistema. 

Los sectores alimentario y agrícola tienen larga trascendencia histórica para Tailandia. Este reino de Asia Sudoriental de 70 millones de habitantes es el decimoquinto exportador más grande de alimentos a nivel mundial y el único exportador neto de alimentos de Asia.  Con un volumen de envíos proyectado en USD 44.300 millones para este año, Tailandia desempeña un papel crucial para la seguridad alimentaria regional y mundial, así como en la campaña para poner fin al hambre.

Pero a pesar de los avances impresionantes de la última década, esa campaña sufrió reveses en los últimos tiempos. Como consecuencia de la pandemia, la guerra de Ucrania y los trastornos resultantes, 735 millones de personas (9,2% de la población mundial) padecieron hambre en 2022, según El estado de la seguridad alimentaria y la nutrición en el mundo, una publicación de las Naciones Unidas.  Incluso Tailandia, con su abundancia de alimentos, experimentó un aumento del hambre por primera vez en una década. Eso llevó a las autoridades de varias regiones a plantearse cómo aprovechar las tecnologías digitales para promover la productividad agrícola y la eficiencia de las cadenas alimentarias a fin de echar atrás la malnutrición y la escasez de alimentos.

La IA como arma contra el hambre

Además de Tailandia, otros países también están recurriendo a la IA para combatir el aumento del hambre, la inseguridad alimentaria y la pobreza, que impactan directamente en la economía. Una persona subalimentada está más necesitada de asistencia pública y laboralmente es menos productiva, lo cual repercute en el ingreso per cápita, el crecimiento e incluso en la estabilidad política. Al mismo tiempo, los jóvenes dejan el campo por la ciudad en búsqueda de trabajos mejor remunerados y así quedan menos agricultores para producir el creciente volumen de alimentos para la población mundial en aumento. Combinadas, estas tendencias podrían desembocar en una crisis, pero los analistas y las autoridades confían en que las nuevas tecnologías —entre ellas la IA— ayudarán a producir más alimentos con menos agricultores.

Para eso es imprescindible cultivar el ecosistema digital, precisa Krithpaka Boonfueng, directora ejecutiva de la Agencia Nacional de Innovación. En octubre, Tailandia lanzó el THEOS-2, el primer satélite de observación planetaria diseñado por ingenieros tailandeses y británicos para recopilar datos destinados a la agricultura inteligente. La agencia tiene programas incubadores y aceleradores que movilizan inversión del sector privado y la canalizan hacia nuevos emprendimientos de tecnología agrícola encargados de transmitir esos datos al terreno. La Agencia de Promoción de la Economía Digital, otra dependencia estatal, organiza un programa a través del cual los agricultores de 500 comunidades comparten servicios de drones para administrar sus campos. “Hasta los agricultores quieren tecnología, pero que no sea complicada de usar”, puntualiza Preesan Rakwatin, vicepresidente ejecutivo de esta entidad, que ayuda a encontrar la empresa tecnológica justa para un mercado y también financia nuevos emprendimientos.

Uno de estos emprendimientos, Ricult, ya está ayudando a agricultores de Tailandia, Pakistán y Vietnam. Fundada en 2015, Ricult es una empresa dedicada tanto a las tecnofinanzas como a la tecnoagricultura. La aplicación que creó sobre la base de IA ha sido descargada más de 800.000 veces en Tailandia y proporciona información y herramientas que ayudan al pequeño agricultor a seleccionar variedades de cultivo idóneas y métodos de precisión que fomentan la productividad y la rentabilidad. Su portal también ayuda con un problema crónico apremiante: el acceso al financiamiento agrícola. Por su parte, Mitr Phol Group, el mayor productor asiático de azúcar, crea soluciones de datos agrícolas basadas en la IA de la mano de IBM, y Chia Tai, una de las principales empresas tailandesas de agroalimentación, que utiliza drones autónomos fabricados en China por XAG.

Políticas más inteligentes

Con todo, la agricultura inteligente todavía es relativamente escasa. Aukrit Unahalekhaka, cofundador de Ricult, opina que un obstáculo a su adopción es el hecho de que los organismos públicos controlan cada paso pero trabajan en equipos aislados, un problema en toda la región. “Los gobiernos deberían ser creadores de políticas y facilitadores de financiamiento para los emprendimientos, los innovadores y los agricultores. Dejar que el mercado funcione es mucho más eficiente”, afirma.

La realidad puede ser diferente. Varios gobiernos de África —otro continente que lucha con el hambre y la seguridad alimentaria— restringen regulatoriamente el uso de drones y es difícil obtener un permiso para usarlos, según “Empowering Africa’s Food Systems for the Future”, un informe del Instituto Internacional de Investigación sobre Políticas Alimentarias. Ahora bien, países como Kenya, Tanzania y Rwanda están dedicando recursos al emplazamiento de un ecosistema digital y a la formación para que los agricultores puedan consultar en Internet servicios de extensión, pronósticos meteorológicos, datos de mercado y fuentes de financiamiento. Pero aún tropiezan con obstáculos como la conectividad y la familiaridad con el mundo digital. “La revolución digital es inmensamente prometedora para los sistemas alimentarios africanos, pero es fundamental eliminar estos obstáculos”, según el instituto.

Algunos investigadores, sin embargo, advierten sobre los riesgos. Si los datos son defectuosos, también lo serán los resultados de la IA. Además, la IA puede estar programada para incrementar los rendimientos haciendo caso omiso del impacto ambiental negativo. “La IA puede estar calibrada en función de cierto objetivo. No es perfecta”, señala Unahalekhaka, pero añade que hasta el momento no ha detectado ningún uso indebido. Como muchos otros, piensa que los beneficios superan los riesgos y que los resultados probablemente serán positivos, motivado por una aspiración que cree compartir con sus pares en la tecnología agrícola: “Queremos hacer un mundo mejor”.

ROBERT HORN es un cronista independiente radicado en Bangkok que trabajó para las revistas Fortune y Time, así como para Associated Press.

Las opiniones expresadas en artículos y otros materiales pertenecen a los autores; no reflejan necesariamente la política del FMI.