Los países de Oriente Medio y Norte de África pueden sacar provecho de los cambios en el contexto mundial

Es el momento de replantearse los motores del crecimiento económico en Oriente Medio y Norte de África. En un mundo tan cambiante, las dos docenas de países de la región albergan oportunidades sin precedentes para lograr un crecimiento inclusivo, crear empleos de calidad y atender mejor las aspiraciones de sus 600 millones de habitantes.

La región abarca unos 6.400 kilómetros y cuatro husos horarios, desde Marruecos hasta la República Islámica del Irán. Pertenecen a ella algunos de los países más ricos del mundo —Arabia Saudita, Emiratos Árabes Unidos, Qatar— y algunos de los más pobres —Somalia, Sudán y Yemen—. Si bien tienen economías y poblaciones diversas, los países del mundo árabe comparten muchas características, como son la historia, el idioma y profundos lazos culturales.

En las últimas dos décadas, la región de Oriente Medio y Norte de África ha vivido al mismo tiempo cambios importantes, como las revoluciones de la Primavera Árabe en 2010-11, y una transformación con insuficiente visión de futuro: crecimiento persistentemente débil, baja participación de la mujer en la fuerza laboral y alto desempleo juvenil. Algunos países afrontan presiones crecientes que tienen que ver con la deuda, la elevada inflación, los factores demográficos y la equidad.

No obstante, en medio de todos estos problemas hay nuevas oportunidades para lograr un crecimiento inclusivo y crear empleos sostenibles como resultado de la pandemia, el cambio climático y la revolución digital. Entre estas oportunidades se encuentran la digitalización, las inversiones verdes, nuevos mercados económicos, la transición energética y la evolución de la naturaleza del trabajo. Algunos países, como Egipto, los Emiratos Árabes Unidos, Marruecos y Mauritania, ya se están preparando para explotar las energías verdes. La región también podría concebir la posibilidad de beneficiarse del aumento del comercio intrarregional, en un momento en que las cadenas mundiales de suministro están experimentado un reajuste.

El statu quo de la actividad económica dominada por el estado será difícil de mantener, en especial en países muy endeudados que enfrentan altos costos de financiamiento. Estos países, que ya están inundados de altos niveles de desempleo juvenil y desigualdad de género, no podrán absorber los más de 100 millones de personas que se prevé que accedan a la fuerza laboral en los próximos 10 años, a menos que cambien su modelo de crecimiento. La política de no cambiar nada amenazará gravemente una cohesión social ya vulnerable, lo que vendría a sumarse a las presiones provocadas por el rápido calentamiento del planeta y la drástica evolución de la economía mundial.

Un “nuevo pacto” en la región permitirá alcanzar objetivos bien conocidos y de larga data en beneficio de la población: más empleo, mejor educación, mayor dignidad, mejor gobernanza y una distribución más amplia y justa de las oportunidades económicas y los recursos. ¿Cómo pueden los países del Norte de África y Oriente Medio lograr la transformación, reducir las vulnerabilidades y desarrollar resiliencia ante shocks en el futuro? ¿Cómo pueden impulsar el cambio y, a la vez, fomentar una mayor cooperación internacional?

Estabilidad económica

Centrarse en la estabilidad macroeconómica y financiera es un comienzo. Muchos gobiernos, con razón, aumentaron el gasto y ofrecieron apoyo social para hacer frente a la pandemia de COVID-19 y a la crisis del costo de vida, pero estas medidas no dejaron de tener su costo y a menudo exigieron endeudarse. Que los costos del servicio de la deuda sean mayores significa que los gobiernos tienen menos espacio de maniobra fiscal para afrontar los riesgos derivados de los shocks en el futuro, los pasivos contingentes y el empeoramiento de la tensión climática.

A medida que amortizan la deuda, los gobiernos deberían movilizar ingresos fiscales —eliminando exenciones ineficaces y mejorando la equidad tributaria—, limitar el gasto en subsidios no focalizados y controlar el gasto salarial del sector público. Estas erogaciones son rígidas y reducen la capacidad del gobierno para responder a shocks o para financiar la educación, la atención sanitaria y la protección social. Por ejemplo, en Túnez ese tipo de gasto representa cuatro quintas partes de los ingresos.

Por el lado de la política monetaria, los bancos centrales deben seguir mirando al futuro, con el interés centrado en la estabilidad de precios y en preservar la estabilidad financiera, según se necesite. La política económica debe adaptarse en función de los nuevos datos, la evolución de las condiciones mundiales y la postura de la política de los principales bancos centrales.

Sin embargo, el mero mantenimiento de la estabilidad macroeconómica no logrará el cambio transformador que se pretende. La estabilidad son los cimientos, no la casa. Lograr un crecimiento verdaderamente inclusivo también exigirá reformas estructurales.

Una red de protección social fuerte y adecuada es esencial para mantener la cohesión social. La mayor parte del gasto social de la región se destina a subsidios amplios y no focalizados. Si bien contribuyen a garantizar que la población pobre tenga un acceso asequible a alimentos y combustible, estos subsidios conllevan un desperdicio enorme, ya que la mayoría de los beneficios recaen en los ricos, y limitan la capacidad del gobierno para invertir en programas mejor focalizados.

Sustituir los subsidios de precios generalizados por apoyo focalizado significaría que los más necesitados podrían experimentar una mejora inmediata y visible. En este sentido, Marruecos eliminó los subsidios a los combustibles en 2016, Egipto introdujo un mecanismo automático de índice de precios del combustible en 2019, y Mauritania redujo de forma importante los subsidios al combustible no focalizados al tiempo que aumentó de forma progresiva las transferencias monetarias a los más vulnerables.

Los mecanismos de focalización más eficaces también pueden implementarse con rapidez. Durante la pandemia, Marruecos pudo llegar con rapidez a los trabajadores informales mediante un programa de transferencias monetarias que utiliza pagos digitales. De forma similar, Jordania mejoró la focalización de su sistema de transferencias monetarias, lo que amplió en gran medida su alcance.

Ampliar el sector privado

Garantizar un papel más inclusivo del sector privado será fundamental para crear empleo. El sector privado genera más del 90% de los trabajos en las economías en desarrollo. Mientras que el sector público trabaja para lograr un entorno propicio, la empresa privada debe asumir la responsabilidad de aumentar la inversión, la productividad y la competitividad, así como de capacitar a la fuerza laboral para aprovechar los cambios del mundo tecnológico.

Por tanto, el sector privado debe estar al volante de la ampliación de la actividad económica, respaldado por un sector público fuerte y eficiente. A su vez, es fundamental el papel de los gobiernos en el desarrollo de instituciones, la corrección de los fallos del mercado y la provisión de bienes públicos. Las mejoras educativas serán esenciales para asegurar la formalización de la fuerza laboral —mejorar la seguridad del ingreso de las personas y su acceso a protección social— y el desarrollo de las habilidades adecuadas para desempeñarse en el sector privado. Eliminar los obstáculos legales y las prácticas discriminatorias contribuiría a promover la participación laboral de las mujeres.

Sustituir los subsidios de precios generalizados por apoyo focalizado significaría que los más necesitados podrían experimentar una mejora inmediata y visible.

En la actualidad, las empresas públicas de la región salpican todo el espectro económico, desde el tabaco, los productos textiles, los alimentos y la fabricación de muebles hasta las comunicaciones y la producción de electricidad. Esta presencia excesiva del sector público en las actividades comerciales y como empleador predominante crea ineficiencias y distorsiones que pesan gravemente en el crecimiento de la productividad general.

Para fomentar un crecimiento más rápido y más inclusivo, al tiempo que se garantiza que todos tengan voz, es fundamental mejorar la gobernanza económica y que las políticas de lucha contra la corrupción sean contundentes. La participación política y económica protege la rendición de cuentas en el uso de los recursos públicos y la provisión de servicios. También fortalece la cohesión social y la confianza y asegura que los beneficios del crecimiento puedan extenderse a toda la sociedad. A medida que avancen las reformas, será importante que los gobiernos aporten evidencia que justifique las decisiones y los resultados y se obliguen a rendir cuentas. Las instituciones transparentes con una fuerte obligación de rendir cuentas garantizan que las reglas del juego sean justas y claras.

Prioridad a la resiliencia

La transición energética y la resiliencia climática han pasado a ser aún más urgentes. En una región con importantes necesidades de agua y alimentos, el cambio climático agravará más los niveles históricos de hambruna, que probablemente profundizarán la agitación económica, los conflictos y los desplazamientos humanos. Los sectores pesquero y turístico de Túnez se enfrentan a la amenaza de la erosión de las playas, con importantes implicaciones para la actividad y el empleo. En Mauritania, el crecimiento podría caer hasta 1 punto porcentual a medida que la sequía se agudiza, aunque ampliar el acceso a la electricidad podría recortar las pérdidas a la mitad.

Sin duda, tomar la iniciativa para reforzar la resiliencia al cambio climático es una prioridad urgente. Algunos países ya han comenzado a invertir en energías renovables e infraestructuras resilientes al clima, además de promulgar medidas que aumentan el costo efectivo de las emisiones de carbono, como por ejemplo la eliminación progresiva de los subsidios. En los últimos años, Marruecos ha construido la mayor central de energía solar concentrada del mundo, que utiliza el calor reflejado para generar energía incluso después de la puesta del sol. Egipto fue el precursor de los bonos verdes en la región y ha acelerado la integración de las energías renovables en la última década.

Los gobiernos deben dar prioridad a las medidas que sean convenientes en todos los escenarios posibles de cambio climático y desarrollar capacidad de adaptación. Las simulaciones del Banco Mundial para Marruecos muestran que la inversión en infraestructuras hídricas mejoraría la resiliencia ante las sequías, lo que reduciría las pérdidas de PIB en casi 60% y limitaría el crecimiento de la deuda pública. En los países de menor ingreso, frágiles y afectados por conflictos, la prioridad inmediata debe ser reforzar la preparación ante desastres, la gestión de los recursos hídricos y las infraestructuras adaptadas al cambio climático. Estos países también deben mejorar la capacidad de las instituciones para abordar el cambio climático y la capacidad de las comunidades para responder a los shocks.

La adopción de nuevas tecnologías podría impulsar una transformación drástica. Según el Banco Mundial, el PIB per cápita de la región podría crecer en más de 40% a medida que la digitalización aumente la eficiencia, la inclusión y la resiliencia. Sin embargo, este potencial sigue estando muy poco aprovechado. El uso de teléfonos inteligentes está ampliamente extendido, pero el comercio electrónico es todavía incipiente. También siguen existiendo disparidades en la adopción digital entre países de ingreso alto y bajo.

Para promover la digitalización, los gobiernos deben crear un entorno propicio y sólido. Esto implica potenciar la infraestructura digital, mejorar la educación digital y desarrollar las aptitudes de la fuerza laboral. Estas medidas aliviarían los costos de adopción, en especial en las pequeñas y medianas empresas. Túnez, por ejemplo, inició este cambio en 2018 con su Ley sobre empresas emergentes, que simplifica los procedimientos administrativos para fomentar el espíritu empresarial y la innovación en el sector digital.

El cambio es un viaje

Las reformas necesitarán tiempo para dar sus frutos, pero, para que tengan éxito, deben existir ciertos ingredientes básicos y, aun así, críticos. Según las experiencias pasadas de los países, la plena identificación de los gobiernos con las reformas es fundamental para su éxito y durabilidad. Esta identificación ayudará a los gobiernos a superar la resistencia al cambio. El segundo ingrediente es una comunicación transparente para informar al público de la necesidad del cambio y recabar apoyo para las decisiones difíciles. Para ello es necesario un diálogo verdaderamente bidireccional, en el que los gobiernos reciban e incorporen las opiniones de las principales partes interesadas. La gente debe sentir que tienen la capacidad de influir en los resultados y que no están sujetos a políticas que solo benefician a unos pocos.

El progreso de la transformación estructural no es lineal. Muchos gobiernos han intentado lograr un cambio amplio y sostenido, solo para verse enfrentados a shocks externos desfavorables, difíciles condiciones nacionales y conflictos internos y externos. Además, cualquier percepción de que las “reformas” están manipuladas para beneficiar a unos pocos privilegiados puede socavar el impulso. Por estas razones, la secuenciación es fundamental: empezar con medidas que logren beneficios amplios y capitalizar en las ganancias rápidas para superar el escepticismo e ir estableciendo un historial. Habrá momentos en que el progreso sea rápido y otros en que los cambios se detengan. Los planes originales deben ser ambiciosos y suficientemente flexibles para adaptarse a los cambios en las circunstancias. Como dijo una vez Dwight D. Eisenhower, expresidente de Estados Unidos: “Los planes no son nada; la planificación lo es todo”.

En resumen, la estabilidad macroeconómica es un resultado importante, pero no es suficiente por sí sola. Como han demostrado las revueltas árabes y las protestas en América Latina, la estabilidad sin empleos, prosperidad compartida y voz no llegará lejos. La estabilidad es importante porque permite a los gobiernos hacer transformaciones estructurales, lo que, a su vez, refuerza la resiliencia de un país y su capacidad para preservar la estabilidad.

Una lección inevitable del pasado es que nada que se fuerza desde el exterior de un país puede funcionar si no se acepta dentro del país.
Una alianza regional renovada

La actual fragmentación del panorama internacional exige un relanzamiento de las alianzas regionales en Oriente Medio y Norte de África. La menor integración regional sería más perjudicial para los países de ingreso bajo de una región muy frágil, y la reducción de los flujos de capital y la inversión extranjera directa limitaría aún más el financiamiento, la difusión de tecnología y las perspectivas de crecimiento de estos países. A medida que los vínculos internacionales se debiliten, será más importante que nunca fortalecer los lazos regionales en el comercio y la inversión.

En este contexto, los miembros del Consejo de Cooperación del Golfo (Arabia Saudita, Bahrein, Emiratos Árabes Unidos, Kuwait, Omán y Qatar), creado hace 42 años, han adoptado medidas para apoyar las inversiones regionales. Pero, pese a los múltiples acuerdos comerciales en Oriente Medio y Norte de África, el comercio en la región sigue siendo escaso.

Mientras que las economías más avanzadas practican la “deslocalización entre aliados”, será esencial para los países de esta región diversificar sus economías y desarrollar una autosuficiencia regional mayor. Esto contribuiría a mejorar la resiliencia ante shocks exógenos y la volatilidad del mercado.

A medida que el mundo cambia, la comunidad internacional también tendrá que aprender de lo que ha funcionado en el pasado y de lo que no. En un momento en que esta región experimenta un replanteamiento fundamental, el resto del mundo también debe reconsiderar la forma de hacer frente a amenazas existenciales de escala mundial, como el cambio climático y las pandemias, y cómo evitar una fragmentación fuera de control. Las instituciones multilaterales deben actualizar las reglas para garantizar la cooperación sobre bienes públicos mundiales, la competencia leal y la protección adecuada de los más vulnerables.

Una lección inevitable del pasado es que nada que se fuerza desde el exterior de un país puede funcionar si no se acepta dentro del país. Las autoridades jordanas, que solicitaron apoyo del FMI en 2019, han mostrado sistemáticamente una fuerte identificación con la implementación de su programa respaldado por el FMI. El éxito de la transformación de Marruecos en la última década contó con el respaldo de los servicios de crédito del FMI. Estos países son el testimonio de cómo una reforma económica concebida en casa puede ser eficaz para transformar un país. A su vez, las instituciones multilaterales deben cumplir su papel en la apertura de diálogo, la búsqueda de consenso y la promoción de una implementación coherente y atenta.

JIHAD AZOUR es director del Departamento de Oriente Medio y Asia Central del FMI.

TALINE KORANCHELIAN es subdirectora del Departamento del Oriente Medio y Asia Central del FMI.

Las opiniones expresadas en artículos y otros materiales pertenecen a los autores; no reflejan necesariamente la política del FMI.