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El futuro del dinero será, sin duda, digital. Lo que está por verse es la forma que tendrá. En este número, algunos de los principales expertos mundiales intentan dar respuesta a esta compleja y políticamente espinosa pregunta.

Es cierto, el dinero digital ha estado en proceso de desarrollo ya desde hace algún tiempo. Las nuevas tecnologías apuntan a democratizar las finanzas y ampliar el acceso a productos y servicios financieros. Uno de los principales objetivos es lograr abaratar sustancialmente los pagos al instante, tanto nacionales como internacionales. Eswar Prasad nos expone a diversas formas existentes y emergentes de dinero digital y analiza las implicaciones para las finanzas, la política monetaria y los flujos internacionales de capital, e incluso para la organización de las sociedades.

No todas las formas de dinero digital resultarán viables. Las criptomonedas como el bitcoin no han prosperado como dinero, explica, entre otros, Ravi Menon, de Singapur. Últimamente estos tókenes han perdido dos tercios de su valor. Si bien se negocian activamente y son objeto de mucha especulación, sus precios están desvinculados de cualquier valor económico subyacente. Las monedas estables están concebidas para moderar la volatilidad, pero muchas han demostrado ser todo menos estables, agrega Menon, y dependen de la calidad de los activos de reserva que las respaldan.

Aun así, el periodista Michael Casey sostiene que las finanzas descentralizadas (DeFi) y los criptoactivos no solo llegaron para quedarse, sino que pueden aportar soluciones a problemas del mundo real, como la crisis energética. La clave está en la regulación. Aditya Narain y Marina Moretti, del FMI, abogan por la adopción de normas mundiales para imponer orden en los mercados y crear un espacio seguro para la innovación.

Mientras tanto, los bancos centrales están considerando sus propias monedas digitales. El titular del Banco de Pagos Internacionales, Agustín Carstens, y un grupo de coautores indican que los bancos centrales deberían aprovechar las innovaciones tecnológicas que ofrecen los criptoactivos y al mismo tiempo generar la base de confianza necesaria. Los riesgos de privacidad y ciberseguridad pueden gestionarse con monedas digitales de bancos centrales que estén diseñadas de forma prudente, agrega Josh Lipsky del Atlantic Council.

Aún es muy pronto para dilucidar cómo evolucionará el panorama digital. Pero si las políticas acertadas se conjugan con buenas decisiones en materia de regulación es posible imaginar un futuro en que las monedas del gobierno y las monedas respaldas por activos privados coexistan de forma segura en las billeteras digitales de miles de millones de personas.

GITA BHATT, Directora Editorial

Las opiniones expresadas en artículos y otros materiales pertenecen a los autores; no reflejan necesariamente la política del FMI.