La guerra en Ucrania acelerará la inflación, que ahora se prevé que se mantendrá elevada más tiempo de lo previsto por los altos costos de las materias primas y las más amplias presiones sobre los precios.
Como se observa en el gráfico de la semana, las proyecciones de la última edición de Perspectivas de la economía mundial (informe WEO) indican que el incremento de los precios al consumidor será más rápido este año, tanto en las economías avanzadas como en las economías de mercados emergentes y en desarrollo. Estos pronósticos también están sujetos a un alto grado de incertidumbre.
La invasión rusa del país vecino probablemente tendrá un impacto dilatado en las materias primas, afectando más a los precios del petróleo y del gas este año, y a los precios de los alimentos hasta bien entrado el año que viene.
Las perspectivas vienen determinadas por cuatro factores principales:
- La guerra agravó el aumento de los precios de las materias primas, ya disparados. El año pasado, la energía y los alimentos contribuyeron al crecimiento de la inflación, como consecuencia de la limitada oferta de petróleo y gas tras años de inversión anímica e incertidumbre geopolítica. Este fue el principal determinante de la inflación en Europa y, en menor medida, en Estados Unidos. El nivel creciente de los precios de los alimentos también tuvo una influencia muy significativa en la mayoría de las economías de mercados emergentes y en desarrollo, ya que las cosechas se vieron reducidas por los fenómenos meteorológicos extremos y la subida del precio del petróleo y el gas encareció los fertilizantes.
- La demanda se disparó el año pasado, en un entorno de políticas de apoyo, al tiempo que aumentaba el estrangulamiento en el suministro por el cierre de fábricas, las restricciones en los puertos , la congestión del transporte marítimo, la escasez de contenedores y las ausencias de trabajadores. Como consecuencia, la inflación aumentó, sobre todo en las economías donde la recuperación fue más fuerte. La demanda debería suavizarse este año coincidiendo con el repliegue de las políticas de apoyo y la mejora de los estrangulamientos de la oferta, pero los nuevos confinamientos en China, la guerra en Ucrania y las sanciones a Rusia probablemente prolongarán las perturbaciones en algunos sectores hasta bien entrado el año que viene.
- Asimismo, se aprecia un reequilibramiento de la demanda de bienes hacia los servicios. El gasto se orientó hacia los bienes cuando las restricciones vinculadas a la pandemia provocaron trastornos en las actividades presenciales, y los estrangulamientos de la oferta impulsaron la subida de los precios de los bienes. Pese a que la inflación de precios de los servicios comenzó a repuntar el año pasado, los patrones de gasto previos a la crisis no se han recuperado del todo y la inflación de precios de los bienes sigue siendo notable en la mayoría de los países. Conforme la pandemia retrocede, la demanda de servicios continuará aumentando y la inflación general debería situarse de nuevo en los niveles previos al coronavirus.
- La oferta de mano de obra sigue siendo limitada tras la significativa contracción registrada en algunas economías avanzadas, como Estados Unidos y el Reino Unido. La escasez de trabajadores, principalmente en sectores de contacto intensivo, impulsan al alza los salarios, aunque la inflación ha erosionado las mejoras salariales. Por otra parte, la pandemia redujo la participación en la fuerza laboral en las economías avanzadas. Parece que estos desplazamientos guardan relación con las jubilaciones anticipadas y la falta de voluntad o capacidad de los trabajadores para reincorporarse mientras siga habiendo contagios. Algunos trabajadores están trabajando menos horas. Se toma como supuesto que la oferta de mano de obra mejorará de forma gradual a lo largo del año, conforme la crisis sanitaria remita, si bien tendrá efectos moderados y probablemente no logrará suavizar significativamente la presión al alza sobre los salarios.
En estas circunstancias, se prevé que la inflación, ya elevada, se mantendrá durante más tiempo. Las proyecciones señalan que, en las economías avanzadas, el ritmo alcanzará el 5,7%, el valor más alto de los últimos 38 años, mientras que el incremento de precios en las economías de mercados emergentes y en desarrollo se acelerará hasta el 8,7%, el ritmo más rápido desde la crisis financiera mundial de 2008. Durante el próximo año, estas tasas se enfriarían hasta el 2,5% y el 6,5%, respectivamente.
Cabe destacar que la subida de precios afectará sobre todo a la población vulnerable, particularmente en países de bajo ingreso. El elevado nivel de inflación general también complicará la disyuntiva que enfrentan los bancos centrales entre contener las presiones de precios y proteger el crecimiento.
Aunque el escenario de base supone que la inflación terminará aflojando, podría terminar siendo más alta por varias razones. El empeoramiento de los desequilibrios entre la oferta y la demanda, incluso a causa de la guerra, y un mayor encarecimiento de los precios de las materias primas podrían mantener el ritmo de inflación en un nivel persistentemente elevado. Además, tanto la guerra como los nuevos estallidos de la pandemia podrían prolongar las perturbaciones de la oferta, con lo cual los costos de los insumos intermedios subirían más. Dada la escasez de mano de obra, el avance de los sueldos nominales podría acelerarse también hacia el nivel de la inflación de precios al consumidor a medida que los trabajadores pidan sueldos mayores para mantener su poder adquisitivo, lo cual intensificaría y ampliaría las presiones inflacionarias, a riesgo de desanclar las expectativas de inflación.
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Jorge Alvarez es Economista en la División de Estudios Económicos Internacionales del Departamento de Estudios del FMI. Previamente, trabajó en la División de Macroeconomía del Desarrollo del Departamento de Estudios y se ocupó de Canadá, México y Colombia en el Departamento del Hemisferio Occidental. Sus investigaciones se centran principalmente en mercados de trabajo, asignación deficiente de capital y mano de obra, transformación estructural, y brechas de productividad y salarios entre sectores y empresas. Tiene un grado universitario en Economía de la Universidad de Harvard y un doctorado en Economía de la Universidad de Princeton.
Philip Barrett es Economista en el Departamento de Estudios del Fondo Monetario Internacional (FMI). Desde que se incorporó al FMI en 2016, ha trabajado en el Departamento de Finanzas Públicas y en el Departamento del Oriente Medio y Asia Central, donde centró su atención en Afganistán e Irán. Sus campos de investigación incluyen política fiscal, tensión social y cambio climático. Tiene un doctorado de la Universidad de Chicago.