Por Jihad Azour
Los efectos del COVID-19 y la caída de los precios del petróleo en Oriente Medio y el Cáucaso y Asia Central han sido sustanciales y podrían intensificarse. Dado que tres cuartas partes de los países han declarado al menos un caso confirmado de COVID‑19 y que algunos enfrentan un importante brote, la pandemia del coronavirus se ha convertido en el mayor desafío a corto plazo para la región.
Como en gran parte del resto del mundo, a los ciudadanos de estos países la pandemia les tomó totalmente por sorpresa, y quisiera expresar mi solidaridad con todos ellos ahora que se enfrentan a esta crisis de salud sin precedentes.
Este desafío será especialmente difícil para los Estados frágiles y afectados por conflictos de la región —como Iraq, Sudán y Yemen— donde la dificultad de preparar sistemas de salud ya deficientes para hacer frente al brote podría verse agravada por la reducción de las importaciones debido a las perturbaciones del comercio mundial, lo que puede provocar una escasez de suministros médicos y otros bienes y dar lugar a sustanciales aumentos de precios.
Más allá del devastador impacto en la salud humana, la pandemia está causando fuertes perturbaciones económicas en la región a través de shocks simultáneos: una caída de la demanda interna y externa, una reducción del comercio, trastornos de la producción, una caída de la confianza de los consumidores y el endurecimiento de las condiciones financieras. Los países exportadores de petróleo de la región se enfrentan al shock adicional de la caída de los precios del petróleo. Las restricciones a los viajes aplicadas al estallar la crisis de salud pública han reducido la demanda mundial de petróleo, y la falta de un nuevo acuerdo de producción entre los miembros de la OPEP+ ha provocado un exceso de oferta de petróleo. En consecuencia, los precios del petróleo han caído más de 50% desde el comienzo de la crisis de salud pública. Se prevé que, al menos en el primer semestre de este año, los shocks interrelacionados asesten un duro golpe a la actividad económica de la región, que puede tener consecuencias duraderas.
Brusco aumento
El número de casos confirmados de COVID-19 en la región comenzó a aumentar drásticamente a fines de febrero, observándose una alta concentración de casos en la República Islámica del Irán.
Caída de los precios del petróleo
Los precios del petróleo han sido forzados a la baja debido a la caída de la demanda mundial (como consecuencia de la pandemia) y al aumento de la oferta (debido a la guerra de precios entre proveedores).
Canales de impacto económico
Lo que sabemos es lo siguiente:
- En primer lugar, las medidas para contener la propagación de la pandemia están perjudicando a sectores críticos y generadores de empleo: las cancelaciones turísticas en Egipto han alcanzado el 80%, mientras que los sectores de la hostelería y del comercio minorista se han visto afectados en los Emiratos Árabes Unidos y en otros países. Dado el gran número de personas empleadas en el sector de los servicios, las repercusiones serán amplias si el desempleo aumenta y los salarios y las remesas disminuyen.
- La producción y la manufactura también se están viendo afectadas, y los planes de inversión han quedado en suspenso. Estos shocks adversos se ven agravados por la caída de la confianza de las empresas y los consumidores, como lo hemos observado en las economías de todo el mundo.
- Además de los trastornos económicos del COVID-19, los países exportadores de petróleo de la región se ven afectados por la caída de los precios de las materias primas. La disminución de los ingresos procedentes de las exportaciones debilitará las posiciones externas y reducirá los ingresos, lo que ejercerá presión sobre los presupuestos públicos y afectará al resto de la economía. Por otra parte, los importadores de petróleo probablemente se verán afectados por efectos de segunda ronda, como la reducción de las entradas de remesas y el debilitamiento de la demanda de bienes y servicios del resto de la región.
- Por último, los fuertes aumentos de la aversión mundial al riesgo y la fuga de capitales hacia activos seguros han dado lugar a una disminución de los flujos de cartera hacia la región en casi USD 2.000 millones desde mediados de febrero, observándose salidas considerables de capitales en las últimas semanas, un riesgo que destaqué en un reciente blog . Los precios de las acciones han caído, y los diferenciales de los bonos han aumentado. Este endurecimiento de las condiciones financieras podría convertirse en un reto importante, dado el nivel de deuda soberana externa de próximo vencimiento de la región estimado en USD 35.000 millones en 2020.
En este difícil contexto, es probable que este año se experimente una fuerte caída del crecimiento de la región.
Secuelas financieras
Los mercados de acciones están a la baja en toda la región de Oriente Medio desde febrero y los diferenciales soberanos se han ampliado, y la actitud mundial frente al riesgo ha alcanzado un máximo histórico.
Prioridades de política económica
La prioridad inmediata de política económica para la región es proteger a la población del coronavirus. Los esfuerzos deben centrarse en medidas de mitigación y contención para proteger la salud pública. Los gobiernos no deben escatimar ningún gasto para garantizar que los sistemas de salud y las redes de protección social estén adecuadamente preparados para atender las necesidades de sus poblaciones, incluso en países cuyos presupuestos ya están comprimidos. Los gobiernos del Cáucaso y Asia Central, por ejemplo, están incrementando el gasto en salud y considerando la adopción de medidas más amplias para apoyar a los grupos vulnerables y reforzar la demanda. En la República Islámica del Irán, donde el brote del coronavirus ha sido especialmente grave, el gobierno está incrementando el gasto en salud, proporcionando financiamiento adicional a su Ministerio de Salud.
Más allá de este imperativo primordial, las respuestas de política económica deberían tener como objetivo evitar que la pandemia —una crisis de salud temporal— se convierta en una recesión económica prolongada con pérdidas de bienestar duraderas para la sociedad debido a un aumento del desempleo y las quiebras. Sin embargo, la incertidumbre en torno a la naturaleza y duración de los shocks ha complicado la respuesta de política económica. Cuando se disponga de espacio para la aplicación de políticas, los gobiernos pueden lograr este objetivo utilizando una combinación de políticas oportunas y focalizadas en sectores y poblaciones perjudicados, como exenciones fiscales temporales y transferencias de efectivo.
El apoyo fiscal temporal debe consistir en medidas que proporcionen un apoyo bien focalizado a los hogares y empresas afectados. Este apoyo debería centrarse en ayudar a los trabajadores y a las empresas a superar la interrupción significativa, pero que esperamos sea temporal, de la actividad económica, que entrañarán las medidas de salud que se están implementando para controlar la propagación del coronavirus. Este apoyo deberá tener en cuenta el espacio fiscal disponible, y en los casos en que el margen de maniobra para la aplicación de políticas sea limitado deberá ajustarse modificando las prioridades de ingreso y los objetivos de gasto dentro de los recursos fiscales existentes. En los casos en que la escasez de liquidez sea una preocupación importante, los bancos centrales deberán estar preparados para proporcionar abundante liquidez a los bancos, en particular a los que otorgan préstamos a pequeñas y medianas empresas, mientras que los reguladores podrían apoyar una reestructuración prudente de los préstamos en dificultades sin comprometer la clasificación de los préstamos ni las reglas de provisionamiento.
Cuando la crisis inmediata del coronavirus comience a disiparse, podría considerarse la posibilidad de adoptar medidas fiscales más convencionales para respaldar la economía, como la reanudación del gasto en infraestructura, aunque el espacio fiscal se ha deteriorado significativamente en la última década. Dada la naturaleza de la actual desaceleración, es poco probable que tratar de estimular la economía en este momento sea un objetivo eficaz y se corre el riesgo de eliminar el limitado espacio fiscal que aún está disponible.
Muchos países ya están tomando medidas focalizadas. Por ejemplo, algunos países —como Kazajstán, Qatar, Arabia Saudita y los Emiratos Árabes Unidos— han anunciado importantes planes de financiamiento para apoyar al sector privado. Estos planes incluyen medidas focalizadas para diferir impuestos y tasas gubernamentales, diferir pagos de préstamos y aumentar el financiamiento concesionario para las pequeñas y medianas empresas.
Otros países, en particular los importadores de petróleo de la región, tienen un margen de maniobra más limitado en materia de políticas. Se prevé que la disminución de los ingresos debido a la caída de las importaciones —además del gasto adicional en medidas de mitigación de la pandemia— amplíen los déficits fiscales en estas economías. Y si bien el gasto en salud bien focalizado no debe sacrificarse, el nivel de deuda muy elevado en muchos de estos países importadores de petróleo implica que carecerán de los recursos necesarios para responder adecuadamente a una desaceleración económica más amplia. Por lo tanto, estos países deberían tratar de encontrar un equilibrio entre flexibilizar las condiciones de crédito y evitar la vulnerabilidad a las salidas de capitales, y de ser posible, permitir que el tipo de cambio amortigüe algunos de los shocks. Es probable que en algunos países surjan sustanciales necesidades de financiamiento.
Apoyo del FMI
Desde el estallido del COVID-19, hemos mantenido una interacción constante con las autoridades de los países de nuestra región a fin de brindar asesoramiento y asistencia, especialmente a aquellos que necesitan financiamiento urgente para resistir los shocks. El FMI tiene varias herramientas a su disposición para ayudar a los países miembros a superar esta crisis y limitar su costo humano y económico, y una docena de países de la región ya han solicitado respaldo financiero al FMI. Estamos trabajando para acelerar la aprobación de estas solicitudes: a finales de esta semana, el Directorio Ejecutivo examinará una solicitud de financiamiento de emergencia presentada por la República Kirguisa, que probablemente será el primer desembolso de este tipo desde el estallido de la pandemia del COVID-19. En los próximos días el Directorio Ejecutivo considerará otras solicitudes. Ahora, más que nunca, la cooperación internacional es vital si esperamos evitar secuelas económicas duraderas.