(Versión en English)
Asia es actualmente la región de más rápido crecimiento en el mundo, con la mayor contribución al crecimiento mundial. Cuenta con seis miembros del Grupo de las Veinte economías avanzadas y emergentes (G-20), y sus logros en materia de política económica y social son muy conocidos. Sin embargo, hace 20 años, en julio de 1997, comenzó la crisis financiera de Asia: una combinación de problemas económicos, financieros y corporativos que provocaron una marcada pérdida de confianza y salidas de capitales de las economías de mercados emergentes de la región. La crisis comenzó en Tailandia el 2 de julio, cuando se abandonó la paridad del baht con el dólar, y se extendió posteriormente a Corea, Indonesia y otros países.
El vigésimo aniversario de la crisis de Asia representa una buena oportunidad para preguntar si la región está mejor preparada para lidiar con otro shock económico importante. Mi respuesta sería: “Sí, definitivamente”. Sin duda, quedan algunas vulnerabilidades importantes, en especial los elevados niveles de deuda corporativa y de los hogares de algunos países. Pero la situación general es de mayor resiliencia. Permítanme explicar por qué.
La crisis de Asia no tuvo precedentes en términos de su naturaleza e intensidad. Se caracterizó por generar fluctuaciones abruptas en la cuenta corriente externa, recesiones profundas, un aumento marcado del desempleo y reducciones drásticas en el nivel de vida, en especial entre los pobres.
Por ejemplo, Indonesia perdió más del 13% de su producto en menos de un año. Como muestra el siguiente gráfico, si bien la contracción inicial en la mayoría de los países fue muy marcada, el repunte fue notable. Asia resistió la tormenta y resurgió como uno de los principales motores del crecimiento mundial a lo largo de la última década.
La región está mucho más preparada para enfrentar turbulencias financieras. De hecho, ya se registró una crisis financiera mundial importante, y la región se mostró bien posicionada para resistir la fase descendente del ciclo. La crisis financiera mundial de 2008 golpeó con fuerza a Estados Unidos y a Europa, pero Asia solo sufrió una leve desaceleración. El crecimiento nunca dejó de ser positivo, y se aceleró rápidamente tras una ligera disminución.
¿Qué cambió en una década? En respuesta a la crisis de 1997, los países de Asia emprendieron reformas profundas y abordaron las causas fundamentales: muchos adoptaron tipos de cambio más flexibles; redujeron las vulnerabilidades externas; modificaron la regulación y la supervisión del sector financiero; resolvieron el exceso de deuda del sector privado, y desarrollaron mercados de capitales internos. Esas reformas, claramente, hicieron que Asia fuera más resiliente en 2008.
El FMI y el sistema financiero internacional también evolucionaron después de la crisis. Cuando se produjo la crisis de Asia, la comunidad internacional, trabajando a través del FMI, se movilizó en torno de los programas de rescate. Es cierto que el diseño inicial de esos programas tuvo que ajustarse a medida que evolucionó la situación. Por ejemplo, tras un período de restricción, la política fiscal se flexibilizó a fin a amortiguar la grave contracción. La respuesta ante la crisis y las reformas profundas que emprendieron los países ayudaron a restaurar la confianza y sentaron las bases para una recuperación rápida y sostenida.
En los años siguientes, hicimos un gran esfuerzo para aprender de estas experiencias y mejorar nuestras políticas y nuestras herramientas. La iniciativa se tradujo en grandes reformas respecto de cómo el FMI evalúa las vulnerabilidades fiscales, monetarias y financieras, y de cómo se diseñan los programas para los países. Esas enseñanzas se aplicaron posteriormente en las crisis de 2008 y de la zona del euro.
Por ejemplo, ahora prestamos mucha más atención a la evaluación de las vulnerabilidades financieras a escala nacional, regional y mundial. Nuestros programas de préstamo se han simplificado, se concentran en factores críticos para resolver una crisis, y asignan prioridad a salvaguardar el gasto social, a fin de proteger a los pobres y a los vulnerables. El FMI también reformó su estructura de gobierno, a través de un aumento de los votos y la representación de los países asiáticos.
Asimismo, se fortaleció la red de seguridad financiera mundial, a través de líneas de swap bilaterales y mecanismos financieros regionales. Después de la crisis de 1997, los países de Asia desempeñaron un papel importante, mejorando sus defensas económicas y creando una red de seguridad regional, cuyo componente más conocido es el Acuerdo de Multilateralización de la Iniciativa de Chiang Mai (CMIM, por sus siglas en inglés). El FMI también está trabajando continuamente para fortalecer la red de seguridad financiera mundial, colaborando de manera estrecha con el grupo de la ASEAN+3, el CMIM y otras organizaciones multilaterales. Nuestros países miembros a su vez destinaron recursos en el marco de préstamos bilaterales adicionales al FMI para aumentar su capacidad crediticia a casi USD 1 billón.
Si bien Asia es mucho más resiliente ante shocks que hace 20 años, también enfrenta nuevos desafíos, como el elevado nivel de apalancamiento de empresas y hogares, el rápido envejecimiento de la población en algunos países, y riesgos relacionados con las políticas más introspectivas que se están aplicando en las economías avanzadas. En este contexto, es preciso que Asia siga adelante con sus reformas e invierta para generar resiliencia a futuro. El FMI está apoyando activamente las iniciativas de los países miembros de la región tendientes a fortalecer sus marcos de políticas y a lograr un crecimiento económico más inclusivo. Al mismo tiempo, Asia debe seguir promoviendo una integración comercial y financiera más estrecha dentro de la región y con el resto del mundo, a fin de garantizar que su contribución al crecimiento y la estabilidad mundiales siga siendo importante.
Si bien queda trabajo por hacer, estamos seguros de que las economías de Asia están mejor preparadas y posicionadas para enfrentar nuevas tormentas financieras, en parte gracias a los enormes sacrificios e iniciativas de reforma que Asia emprendió en respuesta a su propia crisis financiera hace 20 años.