La idea de un mercado financiero regional en América Latina no es nueva. Fueron varias las iniciativas lanzadas en el pasado con ese objetivo. Tras las repetidas crisis en América Latina en la década de 1980 y 1990, muchos de los países de la región abrieron sus sistemas financieros al resto del mundo, sobre todo a Estados Unidos y Europa, para atraer capitales, adquirir experiencia y defenderse de shocks regionales. Asimismo, deseaban protegerse de los efectos de contagio del exterior: a los bancos extranjeros se les exigió funcionar como subsidiarias autónomas, se limitaron las tenencias de divisas que podían mantener los residentes con controles cambiarios, y se adoptaron normas de inversión que restringieron muy significativamente la exposición externa de los fondos de pensiones y las compañías de seguros.
La estrategia funcionó bien durante gran parte de los últimos 15 años y América Latina se recuperó rápidamente, impulsada por el superciclo de las materias primas y la creciente demanda de China, y potenciada por una prudente gestión económica doméstica. De hecho, ni siquiera la crisis financiera global provocó mayores daños en esta región, tan propensa a crisis en el pasado.
No obstante, los bancos internacionales, debilitados por la crisis mundial y alcanzados por normas más estrictas, han ido reduciendo la escala de sus operaciones en América Latina y en otras economías emergentes, en tanto que los fondos de pensiones y las compañías de seguros de la región han sobrepasado los mercados internos a los que en gran parte estaban confinados. Es evidente que los países de América Latina tendrán que considerar un cambio de estrategia para seguir desarrollando sus mercados financieros.
Un nuevo estudio del FMI en que se analizan siete países —Brasil, Chile, Colombia, México, Panamá, Perú y Uruguay— sugiere que ha llegado el momento de reconsiderar una estrategia regional.
¿Qué ha cambiado?
Con el fin del superciclo de las materias primas y el rebalanceo económico en China, se produjo una marcada desaceleración en la mayor parte de América Latina que está poniendo de manifiesto la necesidad de identificar nuevas vías para fomentar el crecimiento. Todas esas opciones requerirán capitales nuevos y mercados financieros profundos.
Asimismo, la región se ha visto especialmente afectada por la fragmentación del sistema bancario internacional provocada por la crisis financiera mundial. Los bancos europeos y estadounidenses han reducido sustancialmente su presencia en región, retirándose completamente o redimensionando sus operaciones (véase el cuadro). Varios factores explican esa tendencia, entre otros, las presiones regulatorias de las reformas emprendidas después de la crisis, que han incidido negativamente en la relación riesgo-retorno de ciertas líneas de negocio, y el mayor rigor con que se han penado la evasión impositiva y la violación de sanciones y de normas de lucha contra el lavado de dinero. Debido a que los principales bancos europeos o estadounidenses no han reemplazado a los bancos que se retiraron, en muchos países se ha producido una creciente consolidación del sector bancario.
A su vez, los fondos de pensiones y las compañías de seguros de la región han ampliado rápidamente sus operaciones en los últimos años. En varios casos, han excedido sus mercados y, dadas las normas que restringen la inversión transfronteriza, tienen pocas posibilidades de colocar recursos en instrumentos que no sean bonos públicos de sus propios países.
En resumen, los países de América Latina necesitan seguir desarrollando y profundizando sus mercados financieros, no dejar que se contraigan.
Beneficios regionals
En nuestro estudio sostenemos que América Latina se beneficiará de una mayor integración financiera dentro de la región. Entre las ventajas que ello reportaría destacamos:
- La diversificación de los riesgos de mercado, tanto internos como extrarregionales.
- Mayor competencia en los mercados en donde la retirada de los bancos internacionales ha incrementado la concentración bancaria.
- Economías de escala en los mercados bursátiles, por ejemplo, para reducir los costos operativos y ofrecer una base financiera más amplia, dado que los mercados de capitales de la mayoría de los países latinoamericanos son relativamente pequeños.
- Normas financieras más exigentes, mediante la adopción de prácticas regulatorias y operativas óptimas que aplican los líderes regionales, así como la obtención de know-how técnico.
Reducción de los riesgos
El estudio advierte que la integración regional no estará exenta de riesgos. Al igual que toda iniciativa de integración, es esencial efectuar mejoras regulatorias y de supervisión para que los beneficios se materialicen plenamente; en este sentido, se requiere una mayor coordinación entre los supervisores de cada país y un mayor foco en la supervisión consolidada transfronteriza de las instituciones financieras y los conglomerados.
Iniciativas actuales
Actualmente están en marcha importantes iniciativas para promover la integración financiera regional en América Latina, que han adquirido considerable respaldo político. Los países de la Alianza del Pacífico (Chile, Colombia, México y Perú) lanzaron el Mercado Integrado Latinoamericano con el objetivo de unificar sus mercados de valores. Asimismo, es un momento oportuno – sobre todo dado los recientes eventos en Argentina— para reanimar la alianza de larga data del Mercosur (que engloba a Brasil, Argentina, Uruguay, Paraguay y Venezuela), y que también se estableció con el objetivo de crear un mercado común para los países miembros.
El camino por delante
Por último, nuestro estudio señala una serie de medidas que ayudarán a impulsar el proceso de integración regional en América Latina. Al respecto, cabe destacar la armonización de las prácticas contables y regulatorias de los países, así como una supervisión coordinada y consolidada que, en última instancia, podría facilitar la “transfronterización” de las instituciones financieras de la región.
Las condiciones para una exitosa integración financiera en América Latina se están dando, y ha llegado el momento de emprenderla. Las ventajas son evidentes y el respaldo político es sólido.
Lo único que falta ahora es actuar.