Centroamérica ha crecido significativamente en los 50 últimos años —particularmente durante los años previos a la crisis mundial—, pero no lo suficiente como para reducir la brecha que la separa de las economías avanzadas.
Por lo tanto, el ingreso per cápita de la región (Costa Rica, El Salvador, Guatemala, Honduras, Nicaragua, Panamá y la República Dominicana), medido en precios internacionales, actualmente equivale a 16% del nivel de Estados Unidos, en comparación con 19% a comienzos de la década de 1960. Además, las perspectivas apuntan a un crecimiento moderado en los próximos años, no lo suficientemente rápido como para que los niveles de vida alcancen los niveles deseados en el futuro próximo.
¿Qué se puede hacer para estimular el crecimiento de Centroamérica? Esa interrogante adquiere mayor importancia dada la lentitud prevista de la recuperación de la demanda externa y las restricciones al gasto público, dos fuentes de crecimiento importantes de las que ha dependido tradicionalmente la región.
Además de los factores típicamente relacionados con el fortalecimiento del crecimiento económico —como inversión y educación— en nuestro estudio determinamos que las reformas estructurales pueden desempeñar un papel central en la mejora del desempeño de la región en términos del crecimiento al promover la eficiencia de la economía.
Medición de la eficiencia estructural
Empleamos un conjunto de datos multinacional elaborado por el Departamento de Investigación del FMI para construir índices de la eficiencia estructural que abarcan tres ámbitos:
● Transacciones externas (apertura a los flujos comerciales y financieros).
● Mercados de productos (competencia y calidad de la regulación en mercados clave como la agricultura, la electricidad y las telecomunicaciones).
● Sistema financiero (competencia, calidad de la supervisión bancaria y políticas de promoción de los mercados financieros nacionales).
Los datos muestran que los países de Centroamérica (con la excepción de Panamá, sobre el cual no se dispone de todos los datos) se han reformado, especialmente desde fines de la década de 1980, pero continúan a la zaga de otras regiones del mundo en rápido crecimiento (véase el gráfico 1).
Impacto en el crecimiento
Para examinar el impacto que las reformas estructurales podrían tener en el crecimiento, construimos un modelo que incluye este conjunto de datos sobre reformas estructurales y controlamos con factores típicamente vinculados a un mayor crecimiento económico —ingreso inicial, inversión en capital físico y humano, cambios demográficos y estabilidad macroeconómica— usando las técnicas más modernas para superar las dificultades econométricas que implica la investigación de un fenómeno tan complejo.
El resultado más importante es que las políticas estructurales sólidas pueden tener un impacto sustancial en el crecimiento económico. Por ejemplo, observamos que un aumento de una desviación estándar (7 puntos en una escala de 100) de la eficiencia estructural puede incrementar el crecimiento 0.5% por año; o sea, un efecto tan grande como el de incrementar el coeficiente inversión/PIB en 5 puntos porcentuales, y más grande que el de incrementar en un año el logro educacional de la población.
El impacto positivo de las reformas estructurales en el crecimiento ocurre en todas las regiones y en todos los ámbitos de reforma mencionados. Nuestro análisis muestra que las reformas del sistema financiero —sobre todo, la calidad de la supervisión bancaria y las políticas de promoción de los mercados nacionales de valores— y la apertura a las transacciones externas producen los efectos más fuertes.
Para cuantificar el estímulo del crecimiento que podrían registrar los países de Centroamérica poniendo en marcha reformas estructurales, comparamos el estado actual de sus reformas con el nivel actual de las reformas de tres países latinoamericanos con un sólido historial de reforma: Chile, México y Perú (AL-3). El índice estructural individual de los países centroamericanos figura a continuación del de AL-3 (véase el gráfico 2).
Nuestras estimaciones llevan a pensar que las reformas estructurales podrían brindar un impulso sustancial al crecimiento de Centroamérica. Si Centroamérica pudiera lograr que sus economías fueran tan flexibles y estuvieran tan bien reguladas como las de AL-3, estos países podrían aumentar sus tasas de crecimiento anuales entre 0.5% y 2.5% (véase el gráfico 3). La mayoría también podría estimular el crecimiento intensificando la inversión en capital físico (especialmente en el caso de El Salvador, dado que la tasa de inversión actual es baja) y mejorando el logro educacional (sobre todo en el caso de Guatemala) para alcanzar los niveles de AL-3.
El país que más se beneficiaría de las reformas estructurales es Honduras, principalmente mediante las reformas del sector financiero y, en segundo orden, las reformas de los mercados de productos. Costa Rica y la República Dominicana también podrían gozar de un crecimiento considerablemente mayor mejorando la eficiencia en múltiples ámbitos. Los beneficios moderados que lograrían Nicaragua y El Salvador provendrían principalmente de las reformas externas y del sector financiero, y los beneficios más pequeños para Guatemala serían producto de las reformas del sector financiero.
En resumidas cuentas
Las reformas estructurales pueden desempeñar un papel importante como estímulo del crecimiento de Centroamérica. Todos los países de la región podrían flexibilizar sus economías en uno o más sectores, y en algunos campos hay un margen de mejora sustancial. En la mayoría de los casos, eso incluye el afianzamiento de la supervisión financiera y medidas encaminadas a promover los mercados de valores nacionales. En algunos países, la liberalización de industrias como la agricultura, la electricidad y las telecomunicaciones sería una contribución significativa.
Los beneficios potenciales son sustanciales, pero se pueden hacer realidad únicamente a largo plazo, y como fruto de una acción concertada para incrementar el crecimiento, dado que las políticas necesarias para alcanzar los niveles de referencia sugeridos implican una transformación estructural significativa. Sin embargo, la experiencia de otros países ha revelado lecciones importantes. Y, dado un ambiente en el cual falten quizás otras fuentes de crecimiento, la reforma estructural podría representar una vía de mejora prometedora.