Las crisis son como las historias: tienen principio, mitad y final y, en ocasiones, nos van enseñando algunas lecciones.
En momentos de crisis es preciso tomar decisiones. En la última crisis económica mundial las autoridades actuaron con celeridad para estabilizar el sistema, brindando un enorme respaldo financiero, lo cual es la respuesta correcta al comienzo de cualquier crisis. Pero con ello solo se trataron los síntomas del derrumbe financiero mundial, y ahora se está desperdiciando una oportunidad poco común de atacar las causas subyacentes.
Si no se reestructuran los balances y las operaciones de las instituciones financieras, así como sus activos —préstamos a hogares y empresas excesivamente endeudados— la recuperación económica se resentirá y se sembrarán las semillas de la próxima crisis.
En nuestro nuevo documento analizamos las opciones de política adoptadas durante la crisis y las comparamos con otras aplicadas en el pasado. Se puede comprobar que las fases de la última crisis siguieron el mismo patrón que las anteriores, pero esta vez las autoridades optaron por otras medidas. Esto tiene mucho que ver con que, a diferencia de las registradas en los últimos 20 años, esta crisis tuvo un alcance verdaderamente mundial y fue más compleja de manejar porque las instituciones y mercados financieros son hoy más grandes y están más interconectados que nunca.
Lección No. 1. Todas las opciones tienen un costo, a veces con efectos a largo plazo
La complejidad y gravedad de la reciente crisis justificaba una respuesta rápida para contener los riesgos y restablecer la confianza. Si bien una reestructuración menos profunda en los primeros momentos redujo los costos a corto plazo, en los años venideros puede haber costos mayores. En particular, la combinación de políticas escogida impidió hacer un exhaustivo análisis previo de cada situación y podría reducir los incentivos para reestructurar activos. El riesgo surge porque, en lugar de una política de triaje para determinar prioridades, un proceso de resolución basado en diagnósticos y una reestructuración temprana de activos, lo que prevalece es un enfoque confuso y desordenado. Este enfoque, que conjuga tolerancia contable y regulatoria, otorgamiento de avales y un respaldo público implícito, pone un freno al tratamiento de los bancos inviables y de los créditos en mora.
Muchas de las características estructurales que contribuyeron a la acumulación de riesgos sistémicos siguen vigentes y el riesgo moral se ha incrementado. En la mayoría de los países, la estructura del sistema financiero ha cambiado poco. De hecho, en muchos casos el nivel de concentración es hoy mayor —como promedio, en los 12 países en crisis que analizamos, los activos de los cinco mayores bancos pasaron de 307% del PIB al 335% del PIB— ya que los grandes bancos adquirieron instituciones en situación de quiebra. Esto complica el proceso de resolución. El respaldo público a gran escala otorgado a las instituciones y a los mercados —un pasivo contingente equivalente a una cuarta parte del PIB en el apogeo de la crisis— ha exacerbado la percepción de que hay entidades demasiado importantes para quebrar.
Lección No. 2. Averiguar lo que no se sabe y arreglar lo que se pueda
Se debe diagnosticar el problema para conocer la viabilidad de las instituciones financieras y respaldar solo aquellas que sean viables, y cerrar o reestructurar las inviables. En este caso, se realizaron pruebas de estrés y sus resultados fueron publicados en Estados Unidos y en Europa en mayo de 2009 y julio de 2010 respectivamente, pero solo después de la recapitalización estatal inicial.
Si bien las pruebas de estrés permitieron recuperar la confianza de los inversionistas en el corto plazo, su impacto a largo plazo ha sido dispar, especialmente en Europa, debido en parte a las diferentes percepciones del mercado financiero sobre la credibilidad de los supuestos utilizados y las medidas correctivas anunciadas coincidentemente, así como los hechos posteriores. Como resultado, las autoridades europeas se han visto obligadas a emprender una nueva ronda de pruebas de estrés.
Lección No. 3. Crear un plan de juego mundial
La reestructuración del sistema financiero mundial requiere herramientas y políticas que, al igual que los bancos, se extiendan más allá de las fronteras nacionales. También exigirá que las autoridades cooperen a nivel mundial, como lo hicieron en el punto crítico de la crisis.
Desde entonces, varios países han adoptado mecanismos de resolución más eficaces para las grandes instituciones financieras, que permitirían que las pérdidas futuras sean soportadas por los acreedores no asegurados. Pero muchos países aún están rezagados en este aspecto, como por ejemplo en cuanto a la manera de distribuir las pérdidas. Los nuevos mecanismos de resolución no han sido aún probados en el supuesto de quiebras de grandes instituciones que operan en más de un país, y resta mucho por hacer para mejorar la supervisión de las exposiciones transfronterizas y los riesgos consiguientes.
El final de esta historia todavía no ha sido escrito, y no deberíamos desaprovechar la oportunidad de cambiar la forma en que habrá de funcionar el sistema financiero mundial en los años por venir.