Según Olivia S. Mitchell, ante el aumento de la esperanza de vida, se necesita planificación financiera para evitar preocupaciones en los años posteriores a la jubilación
Las trayectorias profesionales rara vez son rectilíneas, pero ahora que las nuevas tecnologías están transformando los puestos de trabajo a un ritmo vertiginoso, tantas curvas y virajes pueden hacer descarrilar nuestros planes para la jubilación. Olivia S. Mitchell es hija de dos economistas trotamundos que le empezaron a explicar principios económicos a muy tierna edad. Con tan solo cinco años, cuando vivían en Pakistán, observó cómo unos obreros vertían el hormigón con cubos en lugar de utilizar una hormigonera y preguntó a su padre por qué. “La mano de obra es más barata que el capital”, le respondió. Mitchell estudió después Economía en Harvard y en la Universidad de Wisconsin-Madison, y se especializó en economía del sector público y desarrollo. Ha publicado cientos de celebrados artículos de investigación y libros sobre este tema, y está considerada una de las fundadoras de la investigación académica moderna sobre pensiones.
Mitchell, que es profesora de Economía de la Empresa y directora ejecutiva del Pension Research Council de la Escuela Wharton de la Universidad de Pensilvania, habló con la colaboradora de F&D Rhoda Metcalfe sobre cómo el apoyo al envejecimiento saludable y la mejora de la educación financiera ayudarán a la sociedad a cosechar los beneficios de vivir más años.
F&D: ¿En qué situación se encuentran hoy las personas que se acercan a la jubilación en comparación con generaciones anteriores?
OM: En Estados Unidos, hace 30 o 40 años, la generación de mis padres disfrutaba de una economía fuerte. Tenían un sistema de seguridad social y atención médica para jubilados que consideraban fiable, y muchos tuvieron la suerte de experimentar un fuerte aumento de los precios de la vivienda. Así que, cuando llegaron a la edad de jubilación, les iba relativamente bien.
Hoy, las personas que se jubilan no gozan siempre de una situación tan favorable. Sabemos que en Estados Unidos y en muchos países se está produciendo una caída de la fertilidad y un aumento de la longevidad. Como consecuencia de ello, nuestras poblaciones envejecen mucho más rápidamente. La seguridad social, que es el primer pilar de la seguridad durante la jubilación en Estados Unidos, se agotará en el plazo de 10 años. La realidad es que la longevidad trae consigo un dividendo plateado. Vamos a vivir más años, en muchos casos con mejor salud, pero las familias y la sociedad tendrán que cuidar a más personas ancianas y frágiles.
Asimismo, es probable que el crecimiento económico se ralentice en todo el mundo a medida que las personas mayores empiecen a agotar sus activos. El equilibrio de poder global se desplazará de las economías desarrolladas más ricas y más envejecidas al mundo emergente. Se trata de un cambio revolucionario que no hemos experimentado antes.
F&D: ¿Cuáles son las consecuencias en términos de productividad del aumento previsto de la longevidad?
OM: El mundo se beneficiará del dividendo de la longevidad si el aumento de la esperanza de vida está acompañado por una mejora de la salud. Cuando las personas siguen teniendo buena salud durante más tiempo y continúan trabajando a edades más avanzadas, la productividad y el crecimiento económico aumentan, y se genera una riqueza adicional en forma de millones de años-persona más de vida productiva con buena salud.
F&D: Nuestra forma de trabajar también ha cambiado en los últimos años. ¿Cómo afecta esto a la jubilación?
OM: Se ha producido una enorme cantidad de cambios en el lugar de trabajo, y no solo por la COVID y la llegada del teletrabajo. En el pasado, los gobiernos tenían un papel mucho más destacado en el diseño de los sistemas de pensiones. Las empresas también desempeñaban un papel más activo al ofrecer planes de prestaciones definidas. Esto ha cambiado, no solo en los Estados Unidos, sino en todo el mundo. La fuerza de trabajo también ha cambiado: ahora los trabajadores van de una empresa a otra y la idea de tener que permanecer en la misma durante toda la vida sencillamente ya no se ajusta a nuestras necesidades.
F&D: Así que las personas están más solas a la hora de planificar su jubilación. Parte de su investigación se ha centrado en analizar qué tal lo están haciendo. ¿Qué ha descubierto?
OM: He estado trabajando con un grupo de investigadores en un proyecto denominado Estudio de Salud y Jubilación, que se lanzó en 1992. Empezamos encuestando a personas de 50 años y más, a las que hacemos seguimiento cada dos años hasta que fallecen. Con su autorización, hemos incorporado sus historiales médicos, de la seguridad social y de prestaciones para crear una base de datos excepcionalmente nutrida.
Lo que estas encuestas nos han enseñado es que un número considerable de personas mayores no habían planificado su jubilación ni ahorrado para su retiro, y tampoco sabían bien cuánto podrían llegar a vivir: no solo su esperanza de vida, sino también el riesgo de longevidad que afrontaban, es decir, sus posibilidades de vivir hasta los 80, 90 o 100 años (o incluso más). Las personas que no entienden el riesgo extremo de vivir muchos años probablemente no ahorrarán lo suficiente y tienden a jubilarse demasiado pronto. Una de las cosas en las que he estado trabajando es intentar informar y educar a las personas sobre ese riesgo extremo.
F&D: ¿Deberían los gobiernos intentar motivar a las personas para que ahorren más?
OM: Muchas sociedades lo hacen. En Estados Unidos, tenemos el denominado ahorro con ventajas fiscales, que permite a los trabajadores realizar aportaciones a sus planes de pensiones con cargo a sus ingresos antes de impuestos. También otros países tienen planes de este tipo. Pero siempre hay cierta tensión, porque las personas que pueden ahorrar para la jubilación suelen formar parte de la mitad superior de la distribución del ingreso. Quienes se encuentran en la mitad inferior suelen disponer de menos dinero para el ahorro. En muchos casos, las pensiones ofrecidas por el sistema de seguridad social de un país cubren aceptablemente los ingresos previos a la jubilación de los trabajadores peor pagados, aunque quienes tenían ingresos más elevados suelen tener que recurrir al ahorro privado. Además, tenemos que entender que el ahorro es algo que hay que fomentar. Porque hay que reconocer que ahorrar no es nada divertido.
F&D: Lo divertido es gastar.
OM: Efectivamente, gastar es mucho más gratificante. En el Reino Unido, han descubierto que algo que ayuda en este sentido es el llamado sistema de ahorro vinculado a la lotería, que patrocina el Gobierno británico. Por cada libra que depositan en sus cuentas bancarias, los ciudadanos reciben un billete de lotería para un sorteo mensual. En promedio, la gente recibe aproximadamente la misma cantidad que percibiría en forma de intereses en una cuenta de ahorro normal, pero hay algunos grandes premios. Y, por supuesto, a la gente le encanta ganar la lotería. Así que tenemos que pensar nuevas formas de hacer que el ahorro sea divertido.
F&D: ¿Pero no se corre cierto riesgo al motivar a la gente para que ahorre más para la jubilación, teniendo en cuenta que lo que realmente estimula el crecimiento es el gasto?
OM: En la medida en que el dinero que los ciudadanos ahorran para la jubilación se invierte, se impulsa también el crecimiento de la economía al poner el capital a disposición de empresas emergentes tecnológicas y otras empresas que crean empleo. A mi juicio, los gobiernos también deberían hacer más para concienciar sobre la longevidad: si las personas no entienden cuántos años podrían vivir, cometerán errores financieros a lo largo de la vida, como he dicho antes. Y, por último, los economistas deberían hablar más con los responsables de la formulación de políticas. Con excesiva frecuencia, los investigadores —del sector público, de organizaciones multinacionales y de la industria— tienden a hablar para sí mismos. Pero quienes diseñan las políticas necesitan saber cómo pueden utilizar el resultado del trabajo de los académicos. Y, a su vez, las autoridades tienen preguntas sobre cuestiones que los académicos podrían examinar y evaluar.
F&D: ¿Está la educación financiera, o la falta de ella, mejorando en nuestra sociedad?
OM: La educación financiera es absolutamente esencial en el complejo mundo financiero actual. En Estados Unidos, las clases de educación financiera son obligatorias para los alumnos de educación secundaria en 21 estados. Los jóvenes adultos que crecen recibiendo estas clases obtienen resultados mucho mejores en planificación, elaboración de presupuestos, ahorro para la jubilación y otros aspectos. Estos conocimientos pueden ayudarlos durante toda la vida.
F&D: Hoy en día es muy fácil verse arrastrado a endeudarse más y más. ¿Le preocupa el carácter abusivo de algunas de las opciones de inversión que existen?
OM: Sí, me preocupa, especialmente en el caso de la generación más joven que cada vez se centra más en las aplicaciones de telefonía móvil. Es demasiado fácil operar con criptomonedas y otros productos financieros complejos sobre los que no se tiene suficiente información. Y se puede acabar perdiendo mucho dinero. Antaño, el empleador ayudaba a gestionar los planes de pensiones y el agente de bolsa, a invertir en el mercado de valores. Pero ahora la gente puede pedir préstamos e invertir directamente a través de una aplicación, lo que hace que sea mucho más fácil ser embaucado o incluso ser víctima de estafa. También es una preocupación para la población mayor, un sector en el que se observa también un aumento de las estafas.
F&D: ¿Qué medidas debería adoptar la gente para evitar la ansiedad y no quedarse sin dinero durante su jubilación?
OM: Voy a citar a Barbara Judge, que estudió en Penn y luego dirigió el sistema británico de seguro de pensiones durante un tiempo. He adoptado su mantra, que era "trabaja más años, ahorra más y espera menos". Ahí es donde estamos ahora mismo. Si su salud le permite seguir trabajando, le recomendaría alargarlo todo lo que pueda.
Esta entrevista ha sido editada para efectos de brevedad y claridad.
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