El 15 de septiembre de 2021 se cumplió el segundo centenario de la independencia de América Central. Aunque los esfuerzos de los países en materia de políticas están concentrados en responder a la pandemia de COVID-19, es importante repasar brevemente la evolución económica de la región.
Los orígenes
Hace 200 años, el 15 de septiembre de 1821, se firmó el Acta de Independencia en el Palacio Real de Guatemala, hito que marca el comienzo de la autonomía de la región con respecto a España. El período inicial se caracterizó por una sucesión de diferentes entidades políticas en la región, como las Provincias Unidas del Centro de América y la República Federal de Centroamérica. No obstante, divisiones políticas, una economía precaria y un sistema financiero débil a la larga ocasionaron la disolución de la federación, dando paso a las cinco repúblicas que ahora constituyen América Central: Costa Rica, El Salvador, Guatemala, Honduras y Nicaragua.
Las cinco naciones tienen sistemas políticos independientes, y están trabajando en aras de una mayor integración mediante acuerdos regionales y marcos institucionales como el Sistema de la Integración Centroamericana, el Mercado Común Centroamericano, el Consejo Monetario Centroamericano y el Sistema de Interconexión Eléctrica para los Países de América Central, así como mediante un parlamento y un tribunal de justicia regionales. Estas iniciativas han servido para mejorar la competitividad de la región y ayudar a atraer más inversión extranjera.
Evolución económica de la región en el último siglo
Los datos de los últimos 100 años (1920-2020) —el período más largo del que se disponen datos económicos congruentes— muestran que la región ha sufrido las consecuencias de varios shocks importantes. Dos shocks en especial, la Gran Depresión y la Segunda Guerra Mundial, provocaron las contracciones económicas más drásticas a nivel regional, incluso mayores que la actual pandemia.
A pesar de esto, el crecimiento regional ha sido positivo en todas las décadas desde 1920. La tasa promedio de crecimiento del PIB real en el último siglo ha sido alrededor de 3,8%. La región también ha impulsado varios sucesos importantes en pro de la integración económica, como el Tratado de Libre Comercio entre Estados Unidos, Centroamérica y República Dominicana y el Acuerdo de Asociación entre la Unión Europea y Centroamérica.
Sin embargo, el PIB per cápita de la región sigue siendo bajo en comparación con el de Estados Unidos, su principal socio comercial. La región ha convergido hacia los niveles de Estados Unidos en menos de 5 puntos porcentuales en las últimas dos décadas, tras un período de divergencia en las décadas de 1970 y 1980, cuando imperó una inestabilidad social y política.
Trayectorias de crecimiento divergentes
La evolución económica de los países ha variado ampliamente en los últimos 100 años.
Costa Rica, el país más rico en 1920, logró la tasa promedio de crecimiento más rápida, asociado a una estrategia basada en apertura a la inversión extranjera y liberalización comercial gradual, lo cual ayudó a mejorar sustancialmente los niveles de vida en el país.
Honduras, en cambio, tenía el PIB per cápita más bajo en 1920 y su tasa promedio de crecimiento en los últimos 100 años ha sido una de las más lentas. Junto con Nicaragua —la economía de más lento crecimiento durante este período—, Honduras continúa registrando los niveles de PIB per cápita más bajos de la región y enfrenta condiciones de vida relativamente bajas.
Un mejor futuro para todos
Con excepción de Costa Rica, los países de la región no han logrado reducir drásticamente la brecha con respecto a Estados Unidos. Su PIB per cápita es ahora más bajo (como porcentaje del PIB per cápita de Estados Unidos) que en las décadas de 1950 o 1960.
En ese contexto, todos los países de la región tienen que introducir importantes cambios estructurales en sus economías para acelerar el crecimiento, fomentar el desarrollo económico y mejorar las condiciones de vida de la población. Los países deben centrar su atención en combatir la corrupción, la delincuencia y la emigración, y en reforzar la resiliencia ante el cambio climático, para así revertir la pérdida de mano de obra calificada, reactivar el crecimiento económico y abordar los altos niveles de pobreza y desigualdad.
El actual momento histórico es una oportunidad para que los países centroamericanos hagan un balance, evalúen el progreso logrado hasta la fecha e impulsen reformas para afrontar retos con el fin de crear un futuro mejor. Doscientos años de independencia es un hito que debe invitar a la reflexión y marcar un punto de inflexión hacia un nuevo futuro para la región a medida que se superen los efectos adversos de la pandemia.