Las crecientes protestas y tensiones sociales ocurridas en varios países de Oriente Medio y Norte de África son claros indicios de que las aspiraciones de los pueblos de la región —en términos de oportunidades, prosperidad y equidad— siguen viéndose defraudadas. Esa frustración es comprensible, y precisamente por ese motivo sería un error dar marcha atrás al proceso de reforma económica.
De hecho, la reforma es clave para abordar los problemas fundamentales que han aquejado a tantos países de la región durante tanto tiempo; a saber, escaso crecimiento, fuerte desempleo y corrupción. Al implementar las reformas, los gobiernos deben cerciorarse de que sean socialmente equilibradas y estén debidamente.
secuenciadas; sobre todas las cosas, deben cumplir con la promesa de mejorar la vida de toda la población, especialmente los pobres y los desprotegidos.
Ese es el reto que afronta la región hoy y que el FMI busca ayudar a los países miembros a superar.
El contexto general
Durante décadas, muchos países se han visto aquejados por un modelo de patronazgo estatal en el cual uno de cada cinco empleos se encuentra en el sector público. Esta situación no ha mejorado la calidad de los servicios públicos como la salud y la educación y, como si eso fuera poco, ha reducido drásticamente el margen del que disponen los gobiernos para financiar programas sociales destinados a segmentos vulnerables de la población y una inversión muy necesaria en infraestructura. En una economía mundial dinámica, en la cual el sector privado juega un papel de creciente importancia como generador de crecimiento y empleo, este sistema es cada vez menos sostenible y no puede crear ni los puestos de trabajo ni las oportunidades que la población necesita.
En los últimos años, una serie de shocks han empeorado aún más las cosas, entre ellos, los dilatados conflictos y atentados terroristas, la caída de los precios de las materias primas y la debilidad del crecimiento de los principales socios comerciales. La perenne anemia de la productividad y una corrupción endémica han lastrado aún más el desempeño económico de la región. Esto ha llevado a muchos países a una situación fiscal sumamente estrecha que requiere concesiones muy difíciles.
Ese es el contexto económico que enmarcan los retos actuales. Para superarlos es necesario avanzar en varios flancos.
Los principales objetivos siguen estando claros: crear empleo (particularmente en el sector privado), mejorar los niveles de vida y promover un crecimiento sostenible. Pero los países pueden alcanzar esas metas únicamente si mantienen la situación económica en orden. Eso significa controlar la deuda y la inflación para estimular la inversión y la actividad económica.
Eso, a su vez, nos lleva nuevamente a la necesidad de hacer reformas, bien pensadas, oportunas y aplicadas equitativamente a toda la población. Prioridades de reforma Entre las prioridades de reforma corresponde mencionar las siguientes:
- Reducir la corrupción, promover una competencia leal a través del comercio y la mejora de la regulación, y ampliar el acceso a las finanzas para que las empresas pequeñas e incipientes puedan florecer.
- Invertir en el talento —sobre todo el de los jóvenes— para la nueva economía, modernizando la educación y la capacitación y ayudándolos a encontrar empleo.
- Brindar oportunidades a todos a través de un gasto equitativo que fomente el crecimiento y una tributación justa.
- Afianzar los derechos de la mujer en lo jurídico y atender las necesidades de alimentos, vivienda, educación y empleo de los refugiados.
Nada de esto es tarea fácil. Quizás el tema más polémico sea la manera en que el Estado recauda y gasta sus ingresos.
Muchos países no tienen otra alternativa más que equilibrar el presupuesto: no es posible continuar acumulando deuda pública para financiar lo que muchas veces ha sido un gasto improductivo. El servicio de esa deuda ha ocurrido a expensas de un gasto vital en salud y educación; eso significa que recaerá en las generaciones futuras.
La irresponsabilidad fiscal está falta no solo de sensatez, sino también de equidad. La dificultad radica en hacer los ajustes necesarios de manera equilibrada, al ritmo que corresponde y adaptándolos a las circunstancias de cada país. Es en eso en lo que puede ayudar el FMI.
Adaptarse a las circunstancias individuales
Si un país tiene margen de maniobra considerable —como es el caso de los países del Golfo y de Argelia, por ejemplo— el FMI recomienda reducir el déficit pausadamente. Si la deuda pública es de por sí elevada y sigue creciendo —como ocurre en Egipto y Túnez—, el FMI ha brindado financiamiento para que el ajuste fiscal pueda ser más gradual y se beneficie de tasas de interés más bajas. Otros acreedores externos deberían contribuir a crear un mayor margen de maniobra brindando financiamiento en condiciones favorables, preferentemente en forma de donaciones. No perdemos de vista tampoco las circunstancias sociales y políticas; por ejemplo, el FMI distendió repetidamente la meta de déficit fiscal de Túnez a pesar de que hacerlo acarreaba un costo en términos de deuda e inflación. Obviamente, la sostenibilidad fiscal va más allá de un recorte del déficit presupuestario: se trata también de cómo busca el gobierno llegar a esa meta. El sistema tributario es un mecanismo crucial, tanto desde el punto de vista de la recaudación (incluidos los ingresos necesarios para financiar el gasto social) como de la distribución equitativa de la carga fiscal entre la totalidad de la población. Esto ha sido problemático para muchos países de la región, en parte porque el ingreso fiscal —que ronda en promedio 10% del PIB— es muy bajo y tiene una base muy estrecha. En Jordania, por ejemplo, solo 5% de los hogares pagan ingresos sobre la renta personal. Naturalmente, la gente no quiere pagar más si piensa que el sistema favorece a los más acaudalados. Por ende, es necesario redoblar la lucha contra la evasión impositiva, ampliar la base tributaria e imprimir más progresividad al sistema.
El asesoramiento que brinda el FMI a menudo incluye esas recomendaciones. En los programas que respalda, el FMI también presta cada vez más atención a la protección de los segmentos más vulnerables frente al aumento de los impuestos y al recorte del gasto. En Túnez, por ejemplo, el gobierno amplió el programa de transferencia de efectivo a las personas de bajo ingreso, duplicando el número de familias y triplicando la transferencia promedio; el gasto social global se mantiene en observación a través de un mínimo fijado como parte del programa que respaldamos.
A lo largo y a lo ancho de la región, el FMI ha propugnado la reducción de costosos subsidios energéticos. ¿Por qué? Porque esos subsidios benefician ante todo a los segmentos más acomodados.
Corresponde señalar que, al mismo tiempo, hemos desalentado enérgicamente el recorte de los subsidios alimentarios, por ejemplo el que se aplica al pan en Jordania y Túnez. Cabe reiterar que, para dar resultado, un programa de reforma tiene que estar adaptado a las circunstancias de cada país y tiene que contar con el pleno aval del gobierno. El diálogo con las principales partes interesadas —incluida la sociedad civil— es un factor esencial y algo que figura en los programas que respalda el FMI en el mundo entero.
Pasos a seguir
Aunque las dificultades que enfrenta la región siguen siendo considerables, los países han avanzado desde la Primavera Árabe. La región ha mantenido la estabilidad económica, en términos generales, a pesar de atravesar circunstancias muy difíciles: el crecimiento está repuntando, la inflación se está estabilizando y en la mayoría de los países la acumulación de deuda pública está perdiendo fuerza. Lo más alentador quizá sea constatar que la población joven y talentosa de la región parece cada vez más dispuesta a tomar las riendas de su futuro.
Con una buena educación y oportunidades de empleo, esta nueva generación podría alimentar un crecimiento económico sin precedentes. También es reconfortante observar que en toda la región las autoridades están poniendo el crecimiento y el empleo con creciente frecuencia al tope de sus programas de política económica. Este es el telón de fondo de la conferencia regional que el FMI está organizando, junto con el Fondo Monetario Árabe, el Fondo Árabe de Desarrollo Socioeconómico y el Gobierno de Marruecos, para este mes en Marrakech. En ese encuentro debatiremos con las autoridades nacionales, el sector privado y la sociedad civil qué más es necesario hacer para que las aspiraciones de crecimiento inclusivo se hagan realidad. La tarea es apremiante.
De hecho, el repunte cíclico generalizado que está experimentando la economía mundial ofrece una oportunidad, dentro y fuera de la región, para hacer avanzar reformas que están pendientes desde hace mucho tiempo. Dar marcha atrás, o inclusive postergarlas, sería un error y continuaría perjudicando a las generaciones futuras. Por eso es necesario seguir adelante con las reformas y aplicarlas con equidad, teniendo debidamente en cuenta sus implicaciones sociales, y paulatinamente, en la medida en que lo permitan los recursos disponibles y las condiciones macroeconómicas. Los pueblos de la región están en lo correcto al exigir crecimiento económico y equidad. El FMI busca ayudarlos en pos de esa meta.