(Versión en English)
La temperatura de la Tierra está subiendo y el clima está cambiando. El aumento de las temperaturas determinará el futuro económico de las comunidades y países de todo el planeta. Todos los países sufrirán los efectos negativos del cambio climático no mitigado. Sin embargo, como muestra el estudio que publicamos en el capítulo 3 de la edición de octubre de 2017 de Perspectivas de la economía mundial (informe WEO, por sus siglas en inglés), los efectos del aumento de las temperaturas no serán iguales para todos y los países que sufrirán las consecuencias más graves serán aquellos que menos pueden permitírselo, es decir, los países de bajo ingreso.
Ritmo de calentamiento sin precedentes
En las cuatro décadas recientes, la temperatura media de la superficie terrestre ha aumentado a un ritmo sin precedentes en los últimos 20.000 años. Además, se prevé que las temperaturas sigan subiendo, a una escala que depende en gran medida de nuestra capacidad para limitar las emisiones de gases de efecto invernadero, el principal factor humano del calentamiento del planeta. Es probable que los fenómenos meteorológicos extremos, como las olas de calor, las sequías y las inundaciones, sean cada vez más frecuentes y que suba el nivel del mar.
Daños más graves para los pobres
El calentamiento de la Tierra afecta a los países de manera muy desigual. Aunque los países de bajo ingreso han contribuido muy poco a las emisiones de gases de efecto invernadero, podrían sufrir las consecuencias más graves del aumento de las temperaturas, ya que suelen ubicarse en las regiones más calurosas del planeta.
Al analizar la evolución histórica de 180 países en los últimos 65 años se observa una relación no lineal entre la temperatura y el crecimiento, lo que confirma las anteriores conclusiones de Burke, Hsiang y Miguel (2015) en una base de datos ampliada. Esta relación implica que, en los países con un clima relativamente caluroso, como la mayoría de los países de bajo ingreso, un aumento de la temperatura reduce el producto per cápita de manera duradera.
Nuestras estimaciones apuntan a que un aumento de la temperatura de 1°C en un país con una temperatura media anual de 25°C —como, por ejemplo, Bangladesh, Haití o Gabón— reduciría el producto per cápita hasta un 1,5%, una pérdida que persistiría durante por lo menos 7 años. Si no se toman medidas a escala mundial para reducir las emisiones, el aumento resultante proyectado de la temperatura eliminará para finales del siglo XXI alrededor de una décima parte del producto per cápita del país de bajo ingreso que representa la mediana, en comparación con un escenario en que la temperatura no varía.
El aumento de las temperaturas perjudica la actividad económica en los países calurosos por muchas vías. Reduce el producto agrícola, disminuye la productividad de los trabajadores expuestos al calor, desacelera la inversión y daña la salud. Actualmente, alrededor del 60% de la población mundial reside en países en que un aumento de la temperatura probablemente tendría estos efectos perniciosos. A finales del siglo XXI, se proyecta que esta cifra superará las tres cuartas partes de la población mundial.
Por lo tanto, ¿qué pueden hacer estos países para reducir los efectos económicos del aumento de la temperatura?
Las soluciones internas pueden ayudar, pero solo hasta cierto punto
A nivel nacional, la aplicación de políticas acertadas y el establecimiento de instituciones sólidas, así como el desarrollo en general, pueden reducir en parte los daños provocados por los shocks climatológicos. Si bien la interpretación causal es difícil, nuestro análisis parece indicar que los países con márgenes de maniobra de políticas —por ejemplo, con menores niveles de deuda pública y tipos de cambio flexibles— tienden a experimentar pérdidas ligeramente menores de producto como consecuencia de los shocks de temperatura en el corto plazo.
Del mismo modo, los países con políticas y estructuras institucionales que facilitan el movimiento de la mano de obra y el capital entre sectores económicos y regiones geográficas y fomentan el desarrollo en general —como un mayor acceso al financiamiento, alta calidad de infraestructura e instituciones más sólidas— tienden a recuperarse a un ritmo ligeramente más rápido de los shocks climatológicos.
También hay ejemplos de países que han adoptado estrategias eficaces para adaptarse a los cambios climáticos. Por ejemplo, el Programa “Red de Seguridad Productiva” de Etiopía incluye ayuda bien focalizada a los hogares afectados y programas y proyectos medioambientales y de infraestructura para diversificar las fuentes de ingreso. La adopción de tecnología adecuada, como el aire acondicionado, puede limitar las consecuencias del aumento de la temperatura en la productividad y la salud. La inversión en infraestructura inteligente en relación con el clima, como el túnel inteligente de doble uso en Kuala Lumpur, Malasia, también puede reforzar la capacidad de resistencia a los diversos riesgos climatológicos.
Se necesita una solución mundial
Sin embargo, aplicar las políticas adecuadas y realizar las inversiones necesarias para hacer frente al cambio climático será una tarea difícil para muchos países de bajo ingreso. Sus necesidades de gasto son enormes y sus recursos limitados.
Incluso la aplicación de estas políticas internas por sí sola no aislará por completo a estos países de las consecuencias del cambio climático. El aumento de las temperaturas empujará los límites biofísicos de los ecosistemas, lo que podría provocar desastres naturales con mayor frecuencia, contribuyendo a aumentar las presiones inmigratorias y los riesgos de conflicto. Los efectos de contagio transfronterizo derivados de estas consecuencias del cambio climático en los países vulnerables podrían ser muy importantes, y las economías avanzadas tampoco serán inmunes.
La comunidad internacional debe desempeñar un papel crucial de apoyo a los esfuerzos que realicen los países de bajo ingreso para hacer frente al cambio climático. Las economías avanzadas y de mercados emergentes son las que más han contribuido al calentamiento efectivo y proyectado. Por lo tanto, ayudar a los países de bajo ingreso a hacer frente a sus consecuencias no solo es una obligación moral sino también una política económica mundial acertada que ayude a compensar la incapacidad de los países de internalizar totalmente los costos de las emisiones de gases de efecto invernadero.
El mundo sufrirá cada vez más los efectos directos negativos del cambio climático no mitigado, como una mayor frecuencia de los desastres naturales, la subida del nivel del mar y la pérdida de la biodiversidad. Solo una iniciativa a escala mundial para limitar las emisiones de carbono a niveles congruentes con aumentos de la temperatura muy inferiores a los proyectados actualmente puede contener los riesgos a largo plazo. El cambio climático no solo amenaza a los países de bajo ingreso, sino que amenaza a todos.