(Versión en English)
Aunque los precios del petróleo se han estabilizado en cierta medida en los últimos meses, hay razones de peso para pensar que no retornarán a los elevados niveles registrados antes del desplome histórico que sufrieron hace dos años. Por un lado, la producción de petróleo de esquisto no ha hecho sino incrementar la oferta a precios bajos. Y por otro, porque la demanda se verá limitada por la desaceleración del crecimiento en los mercados emergentes y los esfuerzos mundiales para reducir las emisiones de dióxido de carbono. Todo ello se traduce en una “nueva normalidad” para el petróleo.
La "nueva" oferta de petróleo
El esquisto ha alterado profundamente las reglas del juego. La producción inesperadamente abundante de petróleo de esquisto, con 5 millones de barriles diarios, ha contribuido a la sobreoferta mundial. Esto, sumado a la sorprendente decisión de la Organización de Países Exportadores de Petróleo (OPEP) de mantener inalterada la producción, fue uno de los factores que dio lugar al hundimiento del precio del petróleo a partir de junio de 2014.
Si bien el desplome de los precios provocó una enorme reducción de la inversión petrolera, la producción tardó en reaccionar y mantuvo el exceso de oferta. Además, la capacidad de resistencia de la producción de esquisto a los precios más bajos también sorprendió a los participantes en el mercado, lo cual provocó una caída aún mayor de los precios en 2015. Las empresas extractoras de esquisto mejoraron su eficiencia para lograr recortes significativos de sus costos, que permitieron a los principales productores evitar la quiebra. Aunque se prevé que la disminución de la inversión supondrá un descenso de la producción de los países no pertenecientes a la OPEP en 2016, la producción sigue siendo superior al consumo. En opinión de muchos expertos, los mercados del petróleo se equilibrarán en 2017, si bien el nivel de existencias será elevado (gráfico 1). Sin embargo, hay incertidumbre en torno a la oferta, en especial por lo que se refiere al costo asociado a la extracción, así como a la producción derivada del denominado fracklog de esquisto, es decir, pozos perforados pero no fracturados. Esto último puede incrementar los flujos de producción en cuestión de semanas y, por tanto, alterar considerablemente la dinámica de la producción en comparación con la del petróleo convencional, caracterizado por prolongados desfases entre inversión y producción.
Con este telón de fondo, los países de la OPEP y Rusia han ido incrementando la producción, y la oferta ha aumentado todavía más con el retorno de Irán a los mercados. (Aunque los miembros de la OPEP se comprometieron recientemente a recortar la producción, todavía no han cerrado el acuerdo.) Pero también están en juego otros factores. Según datos recientes, la producción de petróleo de esquisto podría tener una capacidad de resistencia aún mayor de lo que se esperaba. Asimismo, ante la expectativa de que la OPEP —en cooperación con otros países exportadores— recorte la producción, los precios han aumentado hasta un nivel que estimulará todavía más la producción de muchos productores de esquisto.
La "nueva" demanda de petróleo
La caída de los precios propició el crecimiento de la demanda de petróleo, que se incrementó hasta alcanzar el máximo histórico de aproximadamente 1,8 millones de barriles diarios en 2015, aunque está prevista una desaceleración hasta el nivel tendencial de 1,2 barriles diarios en 2016 y 2017. Las estimaciones básicas de la elasticidad de la demanda respecto al precio indican que el “efecto precio” provoca un incremento de la demanda de 0,8 millones de barriles diarios. Una proporción importante del crecimiento de la demanda de petróleo obedece a la caída de los precios, más que al aumento del ingreso. Como el margen para que los precios en dólares bajen todavía más es limitado, los aumentos de la demanda de petróleo dependerán en gran medida de las expectativas de crecimiento económico mundial.
Las perspectivas de crecimiento de la demanda no son alentadoras. En el último par de años, la demanda de petróleo ha estado impulsada por China y otros países de mercados emergentes y en desarrollo. Aunque China solo representa un 15% del consumo mundial de petróleo, el país contribuye significativamente al crecimiento de la demanda de crudo (gráfico 2) porque su economía crece mucho más rápido que la de los países avanzados (lo cual también ocurre con otros países en desarrollo). Nuevas desaceleraciones en las economías emergentes y avanzadas puede transformar sustancialmente el panorama de la demanda. Los cambios estructurales en las economías emergentes, en especial el esfuerzo de China para pasar de un modelo de crecimiento basado en la inversión y las exportaciones a otro basado en la demanda interna, también podrían tener consecuencias importantes.
A mediano y largo plazo, el abandono paulatino del petróleo y otros combustibles fósiles empaña todavía más las perspectivas de la demanda de petróleo, si bien los precios bajos podrían retrasar la transición. Las políticas energéticas deberán someterse a reformas de gran calado para poder cumplir los objetivos marcados por la Conferencia sobre el Cambio Climático de diciembre de 2015 en París (COP21), y una parte importante de las reservas de petróleo deberán mantenerse bajo tierra y sin explotar. La falta de claridad respecto a las medidas concretas que deben adoptarse para alcanzar dichos objetivos solo agrava la incertidumbre existente en torno a las perspectivas de la demanda de petróleo.
Es cierto que los mercados de futuros apuntan a un leve repunte de los precios del petróleo, pero el análisis de las variaciones de las curvas de precios de los futuros en los últimos meses hace pensar que las perspectivas de aumento de los precios han ido empeorando (véase el gráfico 3). Esto no debería sorprender. Las revisiones a la baja de los pronósticos de crecimiento mundial, sobre todo de los mercados emergentes, neutralizan los factores favorables, como el crecimiento de la demanda de petróleo impulsado por los bajos precios del último año. Las perturbaciones en los mercados financieros, sumadas a la fortaleza del dólar, han ejercido presiones a la baja sobre los precios del petróleo. Estas tendencias, junto a la caída secular del consumo de petróleo en las economías avanzadas y el crecimiento del esquisto, apuntan a que los precios del petróleo permanecerán en niveles "bajos durante más tiempo".