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Empoderar a la mujer y abordar la desigualdad del ingreso

(Versión en English)

A pesar de los avances logrados en materia de empoderamiento y oportunidades económicas, persisten amplias brechas de género, que las autoridades económicas deben abordar urgentemente. En la mayoría de los países, el número de hombres que trabajan es mayor que el de mujeres, y estos ganan más por realizar un trabajo similar. Además, existen importantes brechas de género en el acceso a la educación, la salud y el financiamiento en diversos países. Hay cada vez más datos que muestran que la falta de equidad de género impone grandes costos económicos dado que afecta la productividad y lastra el crecimiento.

En nuestro nuevo estudio analizamos las vinculaciones entre estos dos fenómenos: la desigualdad del ingreso y la de género. Observamos que la desigualdad de género está estrechamente vinculada con la desigualdad del ingreso a lo largo del tiempo y en países de todos los grupos de ingreso.

La desigualdad de género y la del ingreso están relacionadas

Una mayor desigualdad de género está asociada a una mayor desigualdad del ingreso por al menos tres razones:

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Los datos muestran una fuerte vinculación entre la desigualdad del ingreso y la desigualdad basada en el género

En nuestro estudio observamos que la desigualdad de género está fuertemente vinculada con la desigualdad del ingreso a lo largo del tiempo y en países de todos los grupos de ingreso, incluso teniendo en cuenta los factores que normalmente determinan la desigualdad del ingreso, como apertura y profundización financiera, avances tecnológicos e instituciones del mercado laboral. Estudiamos la vinculación entre ambos fenómenos en casi 140 países en las últimas dos décadas. Nuestro estudio amplía el Índice de desigualdad de género de las Naciones Unidas, que refleja tanto la desigualdad de género en resultados (brecha de participación en la fuerza laboral y proporción de escaños ocupados por mujeres en el parlamento) como la desigualdad de género en oportunidades (brechas educativas, mortalidad materna y fertilidad adolescente).

El principal resultado de nuestro estudio es que un aumento de este índice multidimensional de cero (que representa la igualdad de género perfecta) a uno (desigualdad de género perfecta) está vinculado con un aumento de la desigualdad del ingreso neto (medido según el coeficiente de Gini) de casi 10 puntos.

Si bien estos resultados son aplicables a países de todos los niveles de desarrollo, las dimensiones pertinentes de la desigualdad de género varían. En los países avanzados —que en gran medida han cerrado las brechas de género en educación y ofrecen una mayor igualdad de oportunidades económicas entre los hombres y las mujeres— la desigualdad del ingreso se observa principalmente a través de las brechas de género en cuanto a participación en la fuerza laboral. En los mercados emergentes y los países de bajo ingreso, la desigualdad de oportunidades, en particular las brechas de género en materia de educación y salud, parece suponer un obstáculo a una distribución más equitativa del ingreso.

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Los datos indican que una mayor equidad de género y un aumento de la participación económica de la mujer están vinculados con tasas de crecimiento más elevadas, resultados más favorables en materia de desarrollo y una menor desigualdad del ingreso. Dadas estas fuertes vinculaciones, aspirar a la igualdad de oportunidades y eliminar los obstáculos jurídicos y de otra índole que impiden la plena participación económica de las mujeres se convierte en una cuestión de importancia macroeconómica, además del sólido argumento a favor de los derechos humanos: Unas condiciones más igualitarias brindarían a las mujeres la oportunidad de participar activamente en la economía si así lo decidieran. Esto, a su vez, tendría efectos macroeconómicos beneficiosos.

Las autoridades económicas deberían adoptar un enfoque con múltiples objetivos

Para reducir considerablemente las brechas de género se deberá actuar en muchos frentes. Las recomendaciones en materia de políticas han sido analizadas en estudios previos del FMI, y cabe señalar las siguientes: