(Versión en English)
El día de hoy publicamos la actualización de Perspectivas de la economía mundial.
Pero primero, permítanme hablar del enorme problema que está en la mente de todos: Grecia.
Llamarlo enorme quizá no sea correcto: Aun con lo dramáticos que son los acontecimientos en Grecia, el país representa menos de 2% del PIB de la zona del euro, y menos de la mitad de un 1% del PIB mundial.
Obviamente, seguimos abrigando la esperanza de una solución positiva que le permita a Grecia permanecer en la zona del euro, y estamos trabajando en ese sentido. No cabe duda de que Grecia está sufriendo, y de que puede sufrir incluso más en el caso de una salida desordenada de la zona del euro. Pero los efectos en el resto de la economía mundial probablemente serán limitados. Los vínculos mecánicos, ya sea a través de los canales del comercio o las finanzas, son pequeños. Y si bien siempre hay que estar atentos al contagio, y a “imponderables ignotos”, hasta ahora estas eventualidades no se han materializado. La economía mundial ha soportado bastante bien las pruebas de tensión de las últimas dos semanas.
Pero hay una enseñanza mayor que se puede extraer de esta situación. El mundo posterior a la crisis es un mundo con mucha deuda. No se necesita mucho para que la dinámica de la deuda se salga de control. Probablemente presenciaremos más episodios de este tipo, y tenemos que estar preparados para afrontarlos, ya sea que se trate de Estados, instituciones financieras o empresas.
Dejando Grecia aparte, las evoluciones generales se ciñen mucho a lo pronosticado en abril. Continúa el crecimiento moderado, con una recuperación más firme en las economías avanzadas, y una desaceleración del crecimiento subyacente en las economías de mercados emergentes y en desarrollo. Los pronósticos para la economía mundial son de 3,3% este año, y 3,8% para el próximo año.
A escala mundial, el principal imprevisto fue el anuncio de que en el primer trimestre se registró una tasa de crecimiento negativo en Estados Unidos. Este hecho de por sí solo puede explicar más de la mitad de la revisión de 0,2% en el pronóstico de la economía mundial para 2015. Cuando se publicaron las cifras, la pregunta era si esto constituía un indicio de debilidad subyacente en la economía estadounidense. Ahora que la niebla se ha disipado en buena medida, la respuesta es que no. Los fundamentos económicos son sólidos, y la recuperación de Estados Unidos está bien encarrilada.
Los sucesos en otros países que cabe mencionar son los siguientes:
En las economías avanzadas, la recuperación en la zona del euro está anclada más firmemente, y eso incluye a buena parte de la periferia. Por ejemplo, ahora se proyecta que la tasa de crecimiento de España superará el 3%. Pese a un sólido primer trimestre, el crecimiento de Japón para 2015 ha sido revisado levemente a la baja, aunque permanece en un nivel positivo de 0,8%.
En las economías emergentes, hemos dejado intacto nuestro pronóstico para China, 6,8% en 2015, pero quizás con más incertidumbre que antes. El estallido de lo que claramente se había convertido en una burbuja bursátil posiblemente tuvo un efecto limitado en el gasto. Pero, por el momento, la desaceleración del crecimiento obedece principalmente a una desaceleración de la inversión inmobiliaria, hecho que en esencia consideramos positivo. Al elaborar los pronósticos para China, nuestro supuesto sigue siendo que las autoridades del país permitirán en efecto una desaceleración moderada del crecimiento, y que además, de ser necesario, recurrirán a políticas monetarias y fiscales para evitar una desaceleración pronunciada. Por lo tanto, pronosticamos un crecimiento de 6,3% para 2016 y de 6,0% para 2017.
El crecimiento de Brasil ha sido revisado a la baja, y ahora de pronostica que será de -1,5%. La escasa confianza, sumada a las políticas más restrictivas para restablecerla, se están combinado y el resultado es una recesión a corto plazo. Para Rusia se pronostica un crecimiento de -3,4%, es decir, un poco mejor que lo pronosticado en abril, gracias a cierta mejora de los precios de las materias primas y la confianza, pero una cifra que sin duda no deja de ser muy mala.
Los riesgos: El carácter y la distribución de los riesgos son muy similares a los presentados en el Informe WEO de abril. Los movimientos desestabilizantes de los activos, y una menor liquidez en ciertos mercados, siguen siendo riesgos a la baja que revisten importancia. Puede ser que se materialicen cuando la Reserva Federal abandone el límite inferior cero de la tasa de interés, pero hay otros eventos que podrían provocar inestabilidad financiera por algún tiempo. Entre las nuevas noticias, hay que mencionar que ha disminuido el riesgo de deflación: el traspaso de los precios más bajos del petróleo es en buena medida cosa del pasado. Y, pese al actual bajo nivel de inflación, las expectativas inflacionarias han permanecido ancladas.
Más allá de estos pronósticos a corto plazo, distingo tres cuestiones macroeconómicas principales:
En primer lugar, cuán rápido pueden eliminar las economías avanzadas los legados de la crisis, en particular el sobreendeudamiento, no solo de los gobiernos sino también de las empresas y los hogares. Grecia y Puerto Rico son recordatorios de los peligros que encierra un nivel elevado de endeudamiento. Sin embargo, aun cuando la deuda es sostenible, un endeudamiento fuerte frena el gasto y exige tasas de interés bajas para sostener la demanda y el producto. Y esto, como hemos visto, puede a su vez llevar a los bancos centrales a recurrir una vez más al límite inferior cero para las tasas de interés, y a la toma excesiva de riesgos.
En segundo lugar está la interrogante de si las economías avanzadas pueden elevar significativamente el crecimiento a corto plazo. El envejecimiento de las poblaciones y la baja productividad total de los factores están combinándose en muchos países y el efecto es un crecimiento potencial bajo. El crecimiento escaso, sobre todo si va acompañado de una desigualdad elevada, puede provocar fácilmente tensiones fiscales, sociales y políticas. La pregunta es si las reformas estructurales pueden subsanar esta tendencia subyacente, y cómo pueden hacerlo.
En tercer lugar tenemos la interrogante de si la desaceleración del crecimiento en varias economías de mercados emergentes obedece a factores temporales o permanentes. La constate disminución del crecimiento en América Latina en los últimos cinco años, por ejemplo, indica que el fuerte crecimiento registrado en la década de 2000 se debió en parte a la subida de los precios de las materias primas y las flexibles condiciones financieras internacionales. La pregunta por lo tanto es cuál es la forma óptima de gestionar la transición a un contexto de precios estables, o incluso a la baja, y de condiciones financieras más restrictivas.
En resumen: El crecimiento moderado continúa. Las medidas para elevar la demanda a corto plazo y la oferta a mediano plazo continúan siendo esenciales.