(Versión en English)
Asia se perfila como la potencia de crecimiento en la próxima década, tal como lo fue en la década pasada. Se prevé que el tamaño de la economía asiática crecerá más rápidamente que el de otras regiones, y su proporción en el producto mundial aumentará de 30% a más de 40% en los próximos 10 años. Se prevé asimismo que la estructura de la economía seguirá cambiando, pasando de ser un pequeño centro manufacturero, a constituirse en un grupo de grandes mercados vibrantes y diversos con una creciente población de clase media.
El papel del sector financiero es crítico para el éxito de esta transformación sísmica. Para explicarlo, quisiera centrar la atención en tres aspectos:
1. Estar al servicio de la economía real y el cambio estructural. Debido al aumento del comercio, la urbanización y la creciente demanda de comunicaciones y viajes, Asia tiene que invertir mucho para cubrir las necesidades de infraestructura: hay que modernizar las redes viales así como la capacidad de generación de electricidad y la infraestructura de telecomunicaciones, que están a la zaga de las de otras regiones, como América Latina. Asia cuenta con abundantes ahorros, pero, a pesar de los rendimientos potencialmente altos, gran parte de estos ahorros en la actualidad están saliendo de la región. Y de ahí que un desafío crítico sea el de garantizar que el flujo saludable de capitales en la región no tenga obstáculos, para que los ahorristas puedan encontrar los mejores rendimientos para sus inversiones y para cubrir las necesidades de financiamiento. Garantizar el acceso de la pequeña y mediana empresa al financiamiento también favorecería la inversión.
2. Estar al servicio del cambio demográfico. Los sistemas financieros eficientes reencauzan el ahorro hacia donde es más necesario; por ejemplo, de la población que está envejeciendo, y por lo general ahorrando para la jubilación, hacia los jóvenes que necesitan invertir. En el caso de Asia esto es especialmente importante, ya que las poblaciones de China, Corea y Japón están envejeciendo con rapidez, mucho más que las del resto del mundo. Mientras tanto, otros países, como India e Indonesia, tienen poblaciones económicamente activas más jóvenes y tienen ingentes necesidades de inversión. Una creciente clase media también demandará una gama más amplia de servicios financieros. Incrementar el acceso de los hogares y las empresas a servicios financieros básicos también puede ayudar a incentivar el ahorro, permitir que los hogares inviertan en salud y educación, facilitar el ingreso de nuevas empresas en el mercado, mejorar las oportunidades de empleo y, por ende, crear las condiciones propicias para reducir la desigualdad del ingreso.
3. Gestionar las interconexiones y la integración. A medida que los sistemas financieros de Asia aumenten de tamaño, es probable que también se tornen más complejos e interconectados de lo que son en la actualidad. El desarrollo del mercado, incluido el de la banca paralela, así como su mayor complejidad también pueden generar riesgos, con el potencial de que los problemas atraviesen fronteras y repercutan más allá de Asia. Al mismo tiempo, se están efectuando cambios importantes en el entorno regulatorio mundial que probablemente supondrán varios desafíos para los mercados y los reguladores, y que incidirán en los flujos financieros y en el tamaño de los bancos y la banca paralela, así como en los coeficientes prudenciales y los marcos de resolución.
Encaminar la transición
Para alcanzar estos objetivos se necesita una planificación y ejecución cuidadosa de las políticas. Lo bueno es que podemos aprovechar la vasta experiencia y numerosas enseñanzas que tenemos de otras regiones. Estas experiencias apuntan a que hay que concentrarse en los siguientes ámbitos:
Ampliar la base de inversionistas. Para garantizar la transformación económica y estructural, Asia necesita un sistema financiero diversificado con mercados más profundos y líquidos, lo cual exigirá una base más amplia y diversa de inversionistas y una mayor participación de los inversionistas a largo plazo. A fin de apoyar la estabilidad social y atender las necesidades de servicios financieros de una creciente clase media en la región, incluidos sus planes de vivienda y de jubilación, se precisan activos a más largo plazo y un sector de gestión de activos con un horizonte de mayor alcance. Al propiciar una base de inversionistas a más largo plazo también se ayudaría a formar una base estable de financiamiento para proyectos de infraestructura (por ejemplo a través de fondos extrabursátiles); para ello sería necesario desarrollar una infraestructura adecuada de servicios de apoyo, o back office. Dado que en la mayoría de los países los inversionistas institucionales son relativamente pequeños y que las barreras a la inversión aún son altas, este será un proceso a largo plazo.
Establecer mercados más líquidos. Los mercados de bonos en moneda nacional han crecido desde la crisis financiera asiática de finales de los años noventa y han demostrado su capacidad de recuperación incluso durante los recientes episodios de turbulencia en los mercados financieros. Mercados de bonos aún más profundos y líquidos permitirían afianzar la estabilidad financiera y podrían reducir las primas de riesgo empresarial y soberano al disminuir el costo del capital y facilitar la transformación económica y estructural. Una presencia más activa de los creadores de mercado, el desarrollo de instrumentos de cobertura de riesgos, incluidos los instrumentos derivados, y los mercados de acuerdos de recompra (repos) y préstamos de valores también ayudarían a generar volumen y mejorar la liquidez. La mejora de la regulación de los mercados de valores también podría darles más preponderancia como fuentes estables y fiables de financiamiento en el futuro. Otros obstáculos son el estado incipiente del marco jurídico y regulatorio de las instituciones financieras no bancarias —la banca paralela— y la falta de suministro de información, incluida la falta de transparencia en la fijación de precios.
Mejorar las perspectivas regionales y mundiales. Será cada vez más importante adoptar una perspectiva regional para hacer frente a los crecientes desafíos regulatorios y de supervisión que surgen a medida que los sistemas financieros se profundizan y se vuelven más integrados y complejos. Una posibilidad consiste en formar y fortalecer los colegios de supervisión. Desde una perspectiva más amplia, el desarrollo del sistema financiero asiático probablemente incrementará la posibilidad de que se produzcan repercusiones que vayan más allá de Asia. Así que, sin dejar de incentivar la innovación, los reguladores y supervisores tendrán que cerciorarse de que exista una buena cooperación transfronteriza y de que gocen de facultades regulatorias adecuadas para actuar; a su vez deberán permanecer alertas ante los riesgos. Y el FMI, con su mayor interés en las interconexiones y las repercusiones mundiales, puede ayudar a detectar los riesgos, incluido cualquiera que se derive de los cambios en la política regulatoria mundial.
Hay muchas interrogantes, y teniendo en cuenta las muchas características singulares de Asia, habrá que aplicar con precaución lo que hemos aprendido en otras regiones. El FMI busca ayudar a las autoridades de la región a sortear la transición aportando sus conocimientos sobre diferentes países. En febrero de 2014 el FMI y la Autoridad Monetaria de Hong Kong organizaron una conferencia conjunta sobre el futuro de las finanzas en Asia, y ahora está prevista la publicación de un libro. Seguiremos ahondando en estos temas y no dejaremos de dedicarles nuestra atención.