(Versión en English)
Hoy, los invito a todos a celebrar el Día Internacional de la Mujer. Celebramos los increíbles avances realizados por las mujeres en las últimas décadas en distintos sectores de la sociedad, desempeñando en la vida económica un papel clave por el que lucharon y en el que soñaron nuestras abuelas. Hoy, aunque los hombres siguen dominando las altas esferas ejecutivas en la mayoría de las profesiones, las mujeres en todo el mundo ocupan altos cargos en el sector privado y en la función pública. Las mujeres ya no son “El segundo sexo” sobre el que escribió Simone de Beauvoir.
Pero aún hay demasiadas mujeres que se enfrentan a los desafíos más fundamentales: el derecho a la seguridad y a elegir la vida que quieran.
En todo el mundo, menos mujeres que hombres desempeñan un trabajo remunerado, y solo alrededor del 50% de las mujeres en edad de trabajar participan en la fuerza de trabajo. En muchos países, las leyes, reglamentos y normas sociales aún limitan las posibilidades de la mujer de buscar un empleo remunerado. Y en todo el mundo, las mujeres realizan la mayor parte del trabajo invisible y no remunerado, en el campo y en los hogares.
Las mujeres que reciben una remuneración por su trabajo ganan menos que sus colegas hombres, aun cuando desempeñen el mismo trabajo, lo que los economistas denominan la brecha salarial entre hombres y mujeres. En las economías avanzadas y emergentes que son miembros de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos, esta brecha se sitúa en alrededor del 16%. Muchas mujeres interrumpen sus carreras profesionales o trabajan media jornada para cuidar a sus hijos y a miembros de la familia de mayor edad y, por lo tanto, reciben pensiones más bajas, lo que no solo constituye un problema en sí mismo sino que también tiene implicaciones para las finanzas públicas. Y los regímenes tributarios a menudo aplican impuestos más elevados a la denominada “segunda persona que contribuye a los ingresos familiares”, reduciendo los incentivos para que las mujeres trabajen.
La crisis económica ha complicado aún más el panorama. En los países en desarrollo, la tasa de finalización del ciclo escolar de las niñas se ha reducido más rápidamente que la de los niños. En las economías avanzadas, el desempleo femenino ha aumentado, por ejemplo en España y Portugal. Si estas tendencias persisten más allá de la crisis, podrían generar aún más dificultades para la participación de la mujer en el mercado de trabajo.
Las mujeres tienen talentos enormes. Los empleadores que no ofrecen las mismas oportunidades a las mujeres sencillamente ignoran a una parte importante de la fuerza de trabajo calificada. En muchos países, el crecimiento podría ser mucho mayor si un mayor número de mujeres desempeñara un trabajo remunerado. En Japón, por ejemplo, si la tasa de participación de la mano de obra femenina aumentara hasta los niveles registrados en los países del norte de Europa, el PIB per cápita se elevaría de forma permanente en 8%. Las mujeres también tienen un gran potencial emprendedor. Por ejemplo, las empresas de propiedad de mujeres representan entre el 30% y el 40% de las pequeñas y medianas empresas formales en los mercados emergentes. Además, si aumentan los ingresos de las mujeres, mejorarán los niveles educativos, dado que, tal como muestran los estudios, las mujeres gastan una mayor proporción de sus ingresos en el bienestar de sus hijos.
Esto exigirá cambios en una amplia gama de ámbitos, y permítanme mencionar solo unos pocos en los que podrían comenzar a cambiar las cosas.
Los políticos pueden cambiar la legislación para brindar a las mujeres las mismas oportunidades de poseer propiedades, obtener crédito y trabajar fuera del hogar. Y la igualdad de acceso a los servicios de salud, la educación escolar y la formación profesional preparará a las mujeres para el trabajo remunerado. La mejora de la infraestructura, el transporte y los servicios de atención infantil también permitirá a un mayor número de mujeres buscar un trabajo remunerado. En las zonas rurales de Sudáfrica, el acceso a la electricidad brindó a las mujeres la oportunidad de trabajar menos en el hogar y más fuera de casa. Y en México, el programa federal de estancias infantiles para apoyar a madres trabajadoras ha ayudado a las madres de bajos ingresos.
En las economías avanzadas, un mayor número de mujeres trabajará si tienen acceso a la licencia por maternidad y a servicios asequibles de atención infantil. Un buen ejemplo de esto es Suecia que tiene una diferencia en las tasas de participación en la fuerza laboral entre hombres y mujeres de solamente 6 puntos porcentuales, frente a 25 puntos porcentuales en Japón. La eliminación de las barreras entre los contratos laborales de jornada completa y los de jornada parcial también alienta la participación de las mujeres en la fuerza de trabajo. Por ejemplo, en los Países Bajos, la tasa de participación de la mano de obra femenina aumentó de alrededor del 35% en 1980 a más del 80% en 2008, debido en gran medida a las opciones más atractivas de trabajar a media jornada. Y las modalidades de trabajo flexible han ayudado a la mujer a cumplir sus diversas responsabilidades y lograr un mejor equilibrio entre el trabajo y la vida familiar.
Podemos ayudar. El Fondo Monetario Internacional mantiene un diálogo continuo con sus países miembros sobre la manera de alcanzar la estabilidad y el crecimiento. La participación de la mujer en la fuerza de trabajo es una parte de esta ecuación, sobre todo ahora que muchos países están luchando para hacer frente al impacto fiscal del envejecimiento de la población y a elevados niveles de deuda. El acceso al financiamiento para las pequeñas y medianas empresas es otro tema clave. No somos expertos en todos los elementos complejos que entran en juego en este ámbito, pero podemos llamar la atención sobre algunos temas y basarnos en la experiencia de otras instituciones. Además, podemos utilizar nuestra experiencia en asuntos fiscales para examinar distintas formas de evaluar si los regímenes impositivos y la asignación de recursos públicos contribuyen a la igualdad de género y a mejorar las oportunidades para las mujeres.
Hoy, en el Día Internacional de la Mujer, vemos que se han logrado resultados sorprendentes y que persisten grandes desafíos. Pero soy optimista y veo lo que hay más allá de estos desafíos; nuestras hijas y nietas tendrán oportunidades aún mejores que las que tienen las mujeres en la actualidad. Y recordemos siempre que cuando la mujer puede desarrollar todo su potencial, no solo ella, sino también todo el mundo, se beneficia.