Una nueva globalización para un mundo nuevo --
8 de octubre de 2010
Discurso de apertura del Sr. Dominique Strauss-Kahn, Presidente del Directorio Ejecutivo y Director Gerente del Fondo Monetario Internacional, ante la Junta de Gobernadores del Fondo, en las deliberaciones anuales conjuntas08 de octubre 2010
Señor Presidente, señores gobernadores, otros invitados:
En nombre del FMI, es un placer darles la bienvenida a las Reuniones Anuales de 2010.
Quisiera agradecer a mi buen amigo, Bob Zoellick, por su dinámico liderazgo al frente del Banco Mundial; al Presidente Aganga y a todos ustedes por el inquebrantable apoyo que nos brindan; y al personal y al Directorio del FMI, sin quienes estas Reuniones no habrían sido posibles.
Nos reunimos en un momento crucial de la historia, enfrentados a un futuro muy incierto. Efectivamente, la recuperación se ha iniciado, y mirando las cifras vemos que, a nivel mundial, el crecimiento se está reanudando. Pero todos sabemos que la recuperación es frágil y desigual, y que es frágil porque es desigual.
En Asia y América Latina, las cosas están yendo bastante bien. Incluso en África, la mayoría de los países de África subsahariana han retomando un crecimiento mucho más rápido que en el pasado. Antes, cuando estallaba una crisis mundial semejante, los países africanos demoraban alrededor de un año en alcanzar a los demás. Esta vez eso no ocurrió, y ahora están creciendo realmente rápido. En Europa, como todos sabemos, la recuperación es lenta, y en Estados Unidos, sigue siendo tenue.
Pero aun así, en el FMI nos mantenemos del lado del optimismo, y no prevemos una recaída. Eso no significa que no haya riesgos a la baja; los hay, y muchos, y quisiera referirme brevemente a cuatro de ellos.
El primero es la deuda pública. Durante esta crisis, el coeficiente de endeudamiento aumentó mucho, especialmente en las economías avanzadas. Nuestra previsión es que de un promedio de 75% del PIB antes de la crisis, el coeficiente de endeudamiento en las economías avanzadas va a subir a aproximadamente 110% del PIB en 2014. Es decir, un aumento de 35 puntos porcentuales. Es mucho, y es algo de lo que tenemos que ocuparnos.
Pero no nos equivoquemos: este aumento de 35 puntos porcentuales se debe más que nada a un crecimiento bajo, a gastos vinculados al rescate del sector financiero, a la falta de ingresos públicos como consecuencia de la desaceleración económica. Solo una décima parte aproximadamente proviene en forma directa del estímulo. Así que la lección es clara: la amenaza más grande para la sostenibilidad fiscal es un crecimiento bajo.
¿Qué debemos hacer? A mediano plazo, nuestro mensaje es claro: todos los países, especialmente las economías avanzadas con un nivel elevado de deuda, deben restablecer la sostenibilidad fiscal. Eso significa que habrá que anunciar planes, y los mercados deben confiar en que los gobiernos están comprometidos a restablecer un coeficiente de endeudamiento más sostenible.
¿Qué significa eso a corto plazo? A corto plazo, es un poco más difícil porque depende mucho de la situación del país. Algunos países se encuentran al borde del precipicio y no tienen alternativa: tienen que solucionar el problema fiscal. Otros tienen más margen de maniobra fiscal. Lo que esperamos es una reducción del déficit de alrededor de un 1% del PIB en promedio, a partir de 2011. Pero ese 1% es un promedio. Eso significa que, según el país, según las circunstancias específicas del país, la situación puede ser bastante diferente. Nadie esperaría que el asesoramiento del FMI para Alemania fuera igual al asesoramiento del FMI para Grecia, por ejemplo.
A veces leo en los periódicos que el mensaje del FMI es un poco confuso, que no está muy claro; que el FMI no sabe exactamente si está propugnando crecimiento o si está propugnando contracción fiscal. Nuestro mensaje es claro y coherente. A mediano plazo, hay una necesidad de sostenibilidad fiscal. Hay que hacer todo por encaminarse en esa dirección a corto plazo. Pero si bien la recuperación es aún frágil, hay que utilizar todo el margen de maniobra fiscal disponible para estimular el crecimiento. Así que tenemos que apostar por un crecimiento fiscalmente sostenible.
El segundo riesgo a la baja tiene que ver con una recuperación sin creación de empleo. El crecimiento es bueno, pero quizá no baste si es un crecimiento sin empleo. En muchos países el crecimiento no será suficientemente vigoroso como para reducir el desempleo; o bien el crecimiento será muy elevado pero con una productividad tan alta que el efecto en el desempleo será muy bajo.
De modo que tenemos que apostar por el crecimiento pero también por la creación de empleo. Durante esta crisis, la economía mundial perdió alrededor de 30 millones de puestos de trabajo. Además, en la próxima década, 450 millones de personas se incorporarán al mercado de trabajo. Nos enfrentamos al riesgo de una generación perdida. Sin empleo, la salud de uno probablemente se deteriorará. Sin empleo, la educación de los hijos probablemente se deteriorará. Sin empleo, la estabilidad social probablemente se deteriorará, lo cual representa una amenaza para la democracia e incluso para la paz.
Así que no nos engañemos. Todavía no hemos salido del peligro. Y para el hombre de la calle, una recuperación sin empleo no significa mucho. Tenemos que apostar por el crecimiento sostenible, pero también tenemos que apostar por el empleo.
El tercer riesgo a la baja está relacionado con el sector financiero. Todos sabemos cómo comenzó esta crisis; se originó en el mercado estadounidense de la vivienda. Todos sabemos que los gobernantes hicieron muchas promesas en Pittsburgh; bueno, primero en Londres, luego en Pittsburgh, y también en Toronto, y dijeron que estos problemas no volverían a ocurrir. Que repararíamos el sector financiero. Que crearíamos nuevas reglas, y que el sector financiero sería más seguro.
Y es justo decir que se ha hecho mucho. Hace poco, como todos ustedes saben, se publicaron las reglas de “Basilea III”. Y si bien es posible debatir todas las consecuencias de este paso crucial, creo que estas nuevas reglas son muy adecuadas y muy importantes.
Pero la cosa no se termina ahí. Como ha insistido el FMI desde el primer día, no se trata solamente de la regulación —la regulación es indudablemente importante—, pero también necesitamos mejor supervisión. Uno quizá tenga las mejores reglas, pero si no están supervisadas, si no están implementadas, es como si no se hubiera hecho nada.
Y no se necesita solamente supervisión para tratar de prevenir crisis. Se necesita también un mecanismo de resolución de crisis, porque nadie sería tan ingenuo como para creer que evitaremos cualquier crisis en el futuro. Y en el ámbito de la resolución de crisis, aún hay mucho por hacer. No estamos en una situación en la que —si tuviéramos una crisis, que no estoy pronosticando, en los próximos días, en dos años, en cinco años, en diez años— podríamos decir que hemos solucionado los problemas, que tenemos un nuevo sistema financiero lo suficientemente seguro como para impedir que una nueva crisis sea tan grande, tan grave, como la que acabamos de tener.
Así que hemos prometido mucho pero no hemos hecho lo suficiente. Tenemos que apostar por el crecimiento, tenemos que apostar por el empleo, pero también tenemos que apostar por el cambio en el sector financiero.
Permítanme referirme ahora al cuarto riesgo, que es el desvanecimiento del compromiso de cooperación. La cooperación fue muy importante durante esta crisis, y evitamos una crisis tan grande como la Gran Depresión porque todas las naciones trabajaron juntas. Quizá muchos de ustedes, hace dos años, justo después de la caída de Lehman, predecían una crisis que podía ser tan fuerte como la Gran Depresión. Pero lo evitamos del todo, y lo hicimos porque los dirigentes y las naciones pudieron trabajar juntos, de manera cooperativa, y dar la respuesta correcta a la crisis.
Ahora, este compromiso de cooperación internacional no ha desaparecido —conserva aún impulso— pero no es tan fuerte como lo era antes. Y es comprensible que con la idea de que la crisis ha terminado —lo que indudablemente es una idea equivocada, pero una idea que muchos quizá compartan— los países vuelvan a sus problemas internos y presten menos atención a la cooperación internacional. Pero estos son realmente problemas para el mañana.
Oigo que rondan ideas acerca de una guerra de divisas. Aunque una “guerra de divisas” es probablemente una expresión demasiado fuerte, es verdad que existe esta idea de que las monedas podrían ser utilizadas nuevamente como un arma. La historia nos muestra que esa no es una solución, y que puede incluso llevar a una situación muy negativa. No hay una solución interna para un problema mundial.
Es comprensible que algunos países que enfrentan enormes entradas de capital quieran resistir esta clase de volatilidad y esta fuente de inestabilidad y posibles burbujas. De manera que no culpo a los países que tratan de limitar la influencia de las entradas de capital de un solo golpe. Pero no puede ser una solución que se prolongue en el tiempo. Lo que necesitamos es más cooperación por el lado monetario y en el sistema monetario internacional.
Durante los últimos dos años, en el FMI hemos tratado de cambiar el sistema monetario internacional, y no solo marginalmente —creo que es más importante que eso— creando la línea de crédito flexible y, últimamente, la línea de crédito precautorio, para tratar de ayudar a los países para que no tengan que acumular reservas y, como resultado de este proceso, creen más desequilibrios.
Estamos proponiendo ahora un nuevo tipo de análisis, informes sobre efectos de contagio, en los que se analizarán mejor las consecuencias de una política adoptada en un país dado para el resto del mundo. Esta es una manera de mostrar las vinculaciones, que son hoy mucho mayores que antes, entre las diferentes economías.
También estamos tratando de mostrar, con el análisis que estamos preparando para el Programa de Evaluación Mutua del G-20, que trabajar juntos es un proceso en el que todos ganan. Estamos mostrando que con las políticas correctas, todos pueden estar mejor. Se puede lograr un crecimiento mundial de 2,5% en el curso de cinco años. Se pueden salvar o crear treinta millones de puestos de trabajo. Más de 30 millones de personas pueden salir de la pobreza.
Todo eso se logra con este proceso de trabajo conjunto en el que todos ganan. E insisto en ello porque me temo que con un mejor crecimiento a nivel mundial, la idea de que hay una absoluta necesidad en un mundo globalizado de trabajar juntos puede perder cierto ímpetu. Es por eso que necesitamos más iniciativas sobre la estabilidad sistémica.
De modo que necesitamos por cierto apostar por un crecimiento sostenible, crear más empleo, avanzar en el cambio del sistema financiero, pero necesitamos avanzar en la cooperación, también.
¿Es suficiente? Probablemente representa buena parte de lo que debemos hacer para salir de la crisis. Pero cuando hayamos dejado atrás lo peor, ¿será suficiente? Probablemente no. Nos enfrentamos a cambios más grandes, y el modelo de crecimiento después de esta crisis no será el mismo que el que teníamos antes. Todos lo sabemos.
¿Cuáles son los cambios? Comenzamos a verlos. La Revolución Industrial, que se inició dos siglos atrás, está llegando a su fin. Creó algo que nunca antes había sucedido en la historia de la humanidad. Algunos países, no demasiado grandes, con tecnología propia que pudieron reservar para sí mismos, tenían el poder de dominar el mundo, aun cuando el tamaño de estos países no fuera tan grande. Los países europeos, luego Estados Unidos, estaban —y aún lo están— en esa situación.
Esto nunca había sucedido en los siglos anteriores. Antes, la fortaleza de una nación se medía por su población, principalmente, porque la tecnología era casi la misma para todos. En los dos últimos siglos ya no ha sido así. Pero ahora estamos volviendo a una situación en la que la tecnología está disponible para casi todo el mundo.
Esto no cambiará de un día para otro. Llevará una década o dos. Pero después de esas dos décadas, volveremos nuevamente, después de este período tan especial de la historia, a lo que ha sido la norma, es decir, que un país grande muy probablemente será más fuerte que un país pequeño.
Esto plantea muchas consecuencias para nuestro modelo de crecimiento. Significa que debemos pensar en nuevas fuentes de crecimiento, incluido el crecimiento verde. Significa que debemos pensar más en reequilibrar la estructura de crecimiento entre la parte privada y la parte pública del crecimiento. Significa que debemos también trabajar para lograr un reequilibrio entre los países superavitarios y los deficitarios, y eso implica que necesitamos una mayor cooperación y una mejor estructura de gobierno. Este es el último punto que quisiera tratar un poco más detenidamente.
Como ustedes saben, en el FMI estamos en un proceso de revisión de nuestra estructura de gobierno. Es un proceso necesario. Para que las instituciones multilaterales puedan ayudar, —y deben hacerlo— deben tener legitimidad. Para tener legitimidad, deben reflejar esos cambios que acabo de mencionar, lo que significa que el equilibrio de poder en el futuro va a ser algo diferente del equilibrio de poder que tenemos hoy.
Pero estamos cambiando nuestro equilibrio de poder, reflejado por los cambios en el sistema de cuotas y representación dentro del FMI. Esto conlleva un cambio en la responsabilidad. Si uno tiene una participación mayor, más voz, más responsabilidad, entonces al mismo tiempo uno tiene que tomar decisiones considerando no solo su propia economía sino la economía como un todo. Cuanto más central sea la posición que uno ocupe, tanto más será responsable del todo. Y entonces los países que hasta ahora se encontraban en el margen del sistema internacional, deseando llegar al centro del sistema, deseando que esto se plasme en las cuotas, en los representantes de los países en una institución como el FMI, también asumirán más responsabilidad por la estabilidad de la economía mundial.
En eso estamos trabajando. Todavía no hemos llegado del todo a donde debemos llegar. No es un secreto que hay duras discusiones entre los países miembros. Creo que tenemos una buena oportunidad de que la revisión de cuotas quede concluida y el tema de la representación resuelto en las próximas semanas. Y si se hace esto —y eso es lo que debe hacerse— entonces a comienzos del año próximo tendremos realmente una institución plenamente legítima. Tuvieron ustedes la amabilidad de reconocer que durante esta crisis el FMI ha demostrado su relevancia. Ahora debe probar su legitimidad. Cuando esto suceda, creo que realmente seremos una nueva institución, que podrá ayudar a construir una nueva globalización para un mundo nuevo.
Eso es lo que tenemos que hacer. Y para hacerlo, es preciso trabajar juntos:
Si queremos restablecer la confianza en un mundo incierto, debemos trabajar juntos.
Si queremos hacer que la gente vuelva a trabajar, debemos trabajar juntos.
Si queremos construir un mundo mejor y más seguro para nuestros hijos y nuestros nietos, debemos trabajar juntos.
Y estas Reuniones Anuales son por cierto el lugar para hacerlo.
Muchas gracias.
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