Palabras pronunciadas ante los Ministros de Hacienda de América y el Caribe

28 de mayo de 2010

Dominique Strauss-Kahn
Director Gerente del Fondo Monetario Internacional
Lima, 28 de mayo de 2010

Texto preparado para la intervención

Buenos días. Es para mí un gran privilegio estar hoy ante ustedes. Desearía agradecer a la Ministra Aráoz y al gobierno peruano por haberme invitado para exponerles mis reflexiones sobre las perspectivas internacionales y regionales, así como los retos que tenemos por delante.

La economía mundial ha avanzado mucho desde el estallido de la crisis financiera internacional, que, como todos sabemos, hizo eclosión en el mercado de la vivienda estadounidense y poco después se había propagado al mundo entero. Especialmente después del colapso de Lehman Brothers, la actividad económica comenzó a desacelerarse a un ritmo vertiginoso en todos los continentes, y se perfiló la posibilidad muy real de una segunda Gran Depresión.

Pero esa eventualidad no se hizo realidad. En cambio, gracias a la reacción enérgica y rápida de las autoridades del mundo entero, unidas por un espíritu de cooperación sin precedentes, la actividad económica internacional está repuntando. Y una de las lecciones más importantes de esta crisis que estamos dejando atrás es que la recuperación mundial es fruto de la cooperación mundial. Este será el gran legado de estos tiempos turbulentos.

Ese espíritu de solidaridad deberá continuar a medida que el mundo vaya tomando nueva forma después de la crisis. De hecho, enfrentar los retos complejos y sobrecogedores que tenemos hoy por delante requerirá más cooperación incluso que antes. Y como nos lo recuerda lo acaecido recientemente en Europa, los nubarrones aún no se han disipado. Lo que sucede dentro un país fácilmente puede hacerse sentir más allá de las fronteras, a menudo en un abrir y cerrar de ojos. Ya no se puede actuar aisladamente.

Perspectivas mundiales y regionales

La reactivación mundial avanza, pero a distintas velocidades. En este momento proyectamos un crecimiento mundial de 4¼% en 2010 y 2011, más rápido del que teníamos previsto. Pero ese crecimiento aún es frágil. Y los mercados están preocupados por el reto sustancial que representa la consolidación fiscal en algunos países. El mundo sigue estando lleno de peligros; todavía predominan los riesgos a la baja; y aún pueden materializarse riesgos extremos. Lo ocurrido en Europa es prueba fehaciente.

En las economías avanzadas, la reactivación es tímida, dados el elevado nivel de desempleo, los daños duraderos que sufrieron los sistemas bancarios y la debilidad financiera de los hogares. La recuperación será más anémica que en el pasado porque llevará tiempo subsanar el daño.

La situación es muy distinta en los mercados emergentes. Aquí, la recuperación es mucho más sólida, producto de una demanda interna vigorosa y del repunte del comercio internacional. Obviamente, los países que no cometieron errores de políticas económica —como los de Asia y América Latina— se encuentran más adelantados en la senda de la recuperación, en tanto que otros —como algunas economías emergentes de Europa— van a la zaga.

El efecto de la crisis en la región de América Latina y el Caribe fue desigual. Los países que siguieron políticas sólidas, como Perú, la superaron bastante bien; mejor que otros países de la región y mejor que en el pasado. Por su parte, los países de América Central tardaron más en recuperarse y las naciones caribeñas que dependen del turismo aún están sufriendo.

En muchos casos, el buen desempeño económico se debió a que el punto de partida fue favorable. Estos países no repitieron los errores de muchas economías avanzadas, que se endeudaron y luego gastaron a manos llenas, o usaron productos financieros complejos que intensificaron el riesgo. Al contrario, aprendieron de sus errores y adoptaron políticas macroeconómicas cautas y prudentes.

Cuando estalló la tormenta, aquí había muros de contención firmemente instalados. Los países habían sabido ahorrar y pudieron emplear la política fiscal para protegerse de la desaceleración y apuntalar el empleo. De hecho, por primera vez en la historia, muchos pudieron poner en marcha políticas monetarias y fiscales anticíclicas. También se beneficiaron de tipos de cambio flexibles, reservas internacionales considerables y una política monetaria más creíble. Y como los sistemas bancarios y los sectores empresariales en general gozaban de buena salud, la región evitó una crisis financiera propia. Perú es un ejemplo perfecto de fundamentos sólidos y políticas previsoras que le permitieron resguardar los avances en materia de crecimiento, empleo y reducción de la pobreza.

La recuperación es tan vigorosa que estos países se enfrentan a los retos que plantean la llegada de abundantes capitales y el recalentamiento de la economía. En cierta medida, son víctimas de su propio éxito.

Desafíos de política económica

Ahora quisiera referirme a los desafíos clave en materia de políticas a los que se enfrentan América Latina y el Caribe en particular.

El primero es retirar el estímulo macroeconómico a medida que avance la recuperación. Esta tarea será delicada: si se actúa prematuramente se podría desbaratar la recuperación, pero si se actúa demasiado tarde se podrían sembrar las semillas de la próxima crisis.

En este momento, la prioridad clave es reducir los factores de vulnerabilidad soberana, sobre todo en las economías avanzadas. En estos países se prevé para 2015 que la deuda pública alcanzará el pasmoso nivel de 120% del PIB, aproximadamente 40 puntos porcentuales más que antes de la crisis. La causa principal de esto es la propia recesión y la disminución de los ingresos fiscales, no el estímulo discrecional. Pero si no se aborda el problema, las preocupaciones en cuanto a la sostenibilidad fiscal pueden menoscabar la recuperación y poner en peligro la estabilidad financiera. ¿Qué se puede hacer al respecto? Las autoridades deben aplicar la totalidad del estímulo fiscal previsto para 2010, excepto en los países que están soportando presiones de financiamiento. Y si la recuperación evoluciona como se prevé, la mayoría de las economías avanzadas deberían empezar a realizar ajustes en 2011. Las reformas de las prestaciones sociales que no afecten a la demanda pueden emprenderse antes.

En los mercados emergentes, entre ellos los de América Latina y el Caribe, las inquietudes son algo diferentes. Dado que la recuperación se encuentra en una etapa más adelantada, el punto de partida lógico sería retirar el estímulo fiscal de carácter temporal. La corrección fiscal puede aliviar en cierta medida la restricción monetaria, lo cual a su vez puede frenar las entradas excesivas de capital.

Con respecto a la política monetaria, al menos en las grandes economías avanzadas la restricción monetaria puede cederle el primer plano al ajuste fiscal, sobre todo en vista de que las expectativas inflacionarias permanecen en un nivel bajo y están bien ancladas. Pero en las economías donde la recuperación está más adelantada —como los mercados emergentes—, los riesgos de recalentamiento han aumentado, y eso es señal de que se necesitan medidas más oportunas.

El segundo aspecto clave —o de interés directo para esta región— es el desafío planteado por la reactivación de la afluencia de capitales. Los países con fundamentos económicos sólidos, como Perú y otros de la región, probablemente recibirán flujos sostenidos de capital en los próximos años. El reto será saber absorberlos eficazmente y evitar que agudicen la vulnerabilidad. Cualquier medida de política que se tome deberá ser pragmática. El abanico de posibilidades es amplio: apreciación del tipo de cambio, acumulación de reservas, endurecimiento de la política fiscal y medidas macroprudenciales. Los controles de capital a veces pueden ayudar, pero no conviene emplearlos como forma de evitar un ajuste necesario.

El tercer desafío guarda relación con los temas sociales. Cuando persiste un alto nivel de desempleo, una crisis económica puede degenerar rápidamente en una crisis social. Existen medidas concretas relacionadas con el mercado de trabajo que pueden ayudar a limitar los daños: un nivel adecuado de prestaciones por desempleo puede apuntalar la confianza, resguardar el ingreso de los hogares y evitar que se agudice la pobreza. Los programas de enseñanza y capacitación también pueden ser útiles.

Durante esta recesión, muchos países mantuvieron las redes de protección y el gasto social básico. Eso es algo en lo que insistió el FMI en los programas con cada país. Considero que esto tuvo una importancia increíble. No solo protegió a los más vulnerables de los estragos de la crisis, sino que también contribuyó a la estabilidad sociopolítica.

Aquí, en América Latina y el Caribe, países como Perú han logrado avances sociales enormes en la última década, que han reducido la pobreza a mínimos históricos y han combatido la desigualdad. En Perú, por ejemplo, la incidencia de la pobreza disminuyó de 55% en 2000 a 36% en 2008. Este es un logro notable. En el pasado, los shocks externos fuertes tuvieron consecuencias sociales dramáticas. A la región le tomó un cuarto de siglo revertir el salto que dio la pobreza tras la crisis de la deuda de los años ochenta. Pero esta vez las cosas son distintas porque los países destinaron fondos a las políticas sociales, y las redes de protección social jugaron un papel crítico.

Históricamente, la desigualdad ha sido una condena para América Latina. No solo impidió que gran parte de la población se beneficiara del aumento de los ingresos, sino que también contribuyó a una inestabilidad sociopolítica generalizada, que a su vez empañó las perspectivas económicas. Pero hoy, en toda la región soplan vientos nuevos. Varios países aún tienen un largo camino que recorrer. En muchos, sigue habiendo una gran desigualdad, y es necesario gastar más en educación y salud, ya que eso complementa y afianza la estabilidad económica.

Conclusión

Quisiera concluir esta mañana dejándoles algunas reflexiones.

En primer lugar, hoy la cooperación internacional es más necesaria que nunca. Nos enfrentamos a desafíos cada vez más complejos; el mundo es cada vez más pequeño, y los centros de crecimiento son cada vez más diversos. Pero para que esa cooperación se materialice, debemos lograr que la estructura de gobierno mundial sea más representativa. A mayor representatividad, mayor legitimidad, y cuánto más legítima sea, más eficaz será. La coordinación demostrada por el G-20 durante la crisis representó un enorme paso adelante. Y si bien hoy el G-20 es más representativo que nunca antes, aún quedan fuera muchos países.

En segundo lugar, considero que el FMI puede desempeñar una función importante que ayude a forjar la cooperación mundial, poniendo énfasis en el carácter de bien público que tiene la estabilidad financiera mundial. En este momento estamos reformando nuestra estructura de gobierno para potenciar la participación de los mercados emergentes y los países en desarrollo. Durante la crisis, respondimos de manera rápida y flexible: incrementamos extraordinariamente nuestros préstamos, reconstituimos nuestros instrumentos de prevención de crisis agregando una Línea de Crédito Flexible, y racionalizamos la condicionalidad. Queremos escuchar a nuestros miembros, incluidos los países de esta región, y seguir adaptándonos para poder atender sus necesidades. Pero nuestros países miembros también deben comprometerse a colaborar y poner por delante de todo el interés mundial. El reciente programa conjunto en el que nos hemos asociado con Europa representa una nueva modalidad de cooperación, y confiamos en que sentará un precedente en cuanto a la forma en que podemos trabajar con otras regiones, incluso aquí en América Latina. Quisiera señalar, sin embargo, que nuestros préstamos en Europa funcionan de la misma manera que en cualquier otra región del mundo. No tenemos favoritos.

En tercer lugar, la crisis reivindicó la estrategia económica elegida por los países de esta región. Ustedes estaban en lo correcto, y los otros se equivocaron. La lección es que este compromiso con la estabilidad macroeconómica debe ser defendido, y deben reconstituirse los mecanismos de protección para que la región esté preparada para cualquier otro trastorno económico futuro.

Por último, el progreso social siempre debe ir paralelo a la estabilidad macroeconómica. El crecimiento debe beneficiar a la mayoría, no solo a unos pocos, y las redes de protección social deben proporcionar la necesaria seguridad económica. La conjunción de la estabilidad macroeconómica con el progreso social es una receta segura para el éxito. Se avecina una nueva era en América Latina y el Caribe, en que mediante un pujante crecimiento económico se podrán mejorar las condiciones de vida para todos, y la región se encauzará en un ciclo virtuoso de prosperidad y estabilidad.

Muchas gracias.

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